Wednesday, March 20, 2013

AFICION ENTUSIASMO Y REPONSABILIDAD


 Un amigo aficionado y lector me dice: “Una buena corrida de toros es como un sabroso guisado, varios ingredientes serán necesarios, que todos aparezcan en su justa medida, si se quiere conseguir el sabor preciso”.- Quiere decir, que la afición adquiere una buena parte de responsabilidad, ingrediente basico, en el sabor final-. Una responsabilidad que, quizá en los últimos tiempos, se ha ido diluyendo, devaluándose y desvirtuándose. Apenas hay duda en que la afición, es ahora, pura y simplemente publico; “miradores y admiradores de determinadas figuras del toreo, que han conseguido tener un gran público, pero han perdido a la pequeña afición.
Continuaba, el amigo aficionado: si al igual que Belmonte estableció la línea de partida del toreo con su trilogía: “parar, templar y mandar”, el aficionado debería hacer suyas estas palabras claves. “Parar”, reflexionar sobre aquello que los empresarios, ganaderos y toreros nos están ofreciendo, si realmente son tardes de arte o mero espectáculo. “Mandar”, exigir que en los carteles aparezcan las figuras, que rivalicen entre si, con toros de planta y casta, y, exigir de estos entrega, profesionalidad, arte y responsabilidad. “Templar”, el acoplar, sentir y vibrar cuando la faena lo permita, o callar ante el paso atrás, el cite al trascuerdo, torear por la variante, o la falta de entrega.
En el mundo del toreo, el aficionado no arriesga la hacienda, el prestigio, o la vida, sin embargo, si es la afición la responsable de la Fiesta, la que debería buscar las esencias, y exigir, que la famosa trilogía no se “desbarranque”.
Amigo lector, me parece excelente su ideario del buen aficionado, pero participar de tan candoroso entusiasmo; una soñada utopía. Si examinaros individualmente a cada uno de los ocho, diez, doce o veinte mil espectadores que componen el publico de una plaza de toros, resultaría que no saben nada de tauromaquia; pero todos ellos unidos en las localidades, saben más que el más experto de los críticos y mejor de los aficionados.
Hay una razón poderosa para que esto sea así y para que la aparente paradoja se desvanezca.
 De ordinario, el publico asiste al espectáculo sin prejuicios, acude en busca de emociones, rasgos de valor y belleza, se entrega por entero a sus impresiones, aplaude aquello que le satisface, hágalo quien lo haga, y si en un diestro pone sus simpatías y admiración y lo proclama “figura”, figura será, aunque se oponga la ciencia de la critica y, esta siente cátedra.
Unas veces, porque queremos hacer del torero un arte trascendental, sin serlo, otras porque estamos bajo la influencia de la pasión, de la simpatía, de nuestro gusto individual, fiscalizamos nuestras impresiones, y como en materia de arte aunque sea intrascendente no hay nada absoluto, es un error y una torpeza inculcar el criterio propio a los demás.
En una palabra, el publico no tiene “escuelas” que defender, técnicas que hacer respetar, reglas que imponer, desdenes que vengar ni indeferencias que corregir, aplaude lo que le impresiona gratamente, aunque en los momentos actuales se dejen llevar por vulgaridades, sin acertar en sus vítores con todo aquello que revela valor, arte, gallardía, arrojo, dominio y singularidad. Y es muy cierto “amigo” que hoy se desbordan muchas plazas de un entusiasmo pueril y desorbitado ante actuaciones tan ventajosas, como de tan poco merito.
Pero todos los razonamientos que se opongan a ello, serán: “Cantares de taberna”, como solía decir Lagartjo el Grande.

                        Fermín González comentarista onda cero radio- Salamanca-

Saturday, March 09, 2013

CITAR


CITAR
            -Cargar la suerte, es quebrar el viaje del toro en su embestida: Es ese juego de gravitación del cuerpo sobre una pierna que consigue alargar el pase, le dará hondura y quedara colocado el burel en el lugar conveniente, para solo con un giro de pies, realizar el nuevo cite sin rectificación de terrenos.
            En el toreo de perfil que hoy se practica, hurtando el cuerpo al riesgo de los pitones, ciertamente que no se precisa cargar la suerte. el lance esta privado de uno o dos de sus tiempos, y la figura del matador fuera de peligro desde que el toro acude al cite, tanto más escaso el riesgo, cuanto menos distancia exista entre toro y torero, ya que, situado este junto a la pala de los pitones, al acercarse se mueve paralelamente a ellos aproximándose a las orejas, y el toro hasta ahora, no hiere con ellas. El pase en que así se citó, podrá ser una monería, pero francamente, ni es pase, ni es nada.
            Cuando se torea de verdad, las cosas suceden de muy distinta manera, se puede citar de frente o con el cuerpo terciado, y el diestro se cruza con el toro, que es pisar el terreno de la verdad, y en su rectitud del terreno que trae como suyo quiebra o curva su viaje al cargar la suerte, siendo posible salir del lance. Esto implica riesgo, riesgo que excepcionalmente algunos asumen. son los toreros distintos, dotados de mando y temple. Parar no es simplemente estarse quieto a la hora de citar y buscar al realizarse el rabo del toro, mejorando terreno. Parar supone no rectificar el terreno en ninguno de de esos tres momentos – cite, conjunción y remate – que componen un lance completo. Es más aún: continuar la serie de pases ligados que integran una faena o parte de ella sin hacer concesión del propio terreno. Con el movimiento que realice el torero después del cite para cargar la suerte no atenta a su quietud, porque tal acto no supone rectificación de terreno con perdida del propio; antes bien, se gana el ajeno.
            Si esto, es cuestión que, deberia ser bien conocida por la afición y la critica - cosa que empiezo a dudar – (no solamente de los primeros, sino que leyendo alguna reseñas, debo lamentar, la falta de conocimiento, de no pocos comentaristas). La verdad, es que no se comprende, como es olvidado y se aplauden, y se ensalzan el amaneramiento, la apariencia y otras falsas premisas.

                        Fermín González- comentarista onda cero radio- Salamanca-