Tuesday, December 17, 2013

EPOCAS

EPOCAS

            Dentro de la caudalosa vida taurina, parece ser que después de establecerse la época de oro con “Joselito” y Belmonte, el toreo, comienza a ser “moderno”. Cuando años más tarde aparecen en escena los Bienvenida, Ordóñez, Aparicio etcétera, sinceramente no acierto a comprender (establecidas las distancias, en uno y otro orden). ¿Como tendríamos que situar al toreo de hoy?... ¡Por qué no nos engañemos!, hoy se practica un toreo sucedáneo, mentiroso y ventajista (se admiten excepciones)
            Hay que considerar, lo fácil y bello que parece el arte de torear cuando lo practica un torero con talento, facultades y valor, y al  par, el desequilibrio y lo farragoso que  resulta, cuando estas condiciones faltan. De ahí se deriva, al ver que, el publico en no pocas ocasiones, acepte como bueno lo que no es, sino ignorancia y temeridad. Hay unas normas toreras, que por el contrario – no son planchas de grabar el mismo dibujo -, sino brújulas orientadoras de muchos caminos, de muchas líneas unidas en la variedad  por donde el toreo debe discurrir. El toreo es sencillamente, toreo a secas, ante el toro en edad, trapío y los otros atributos del toro de lidia. Ellos, los toros, son los que ponen y quitan etiquetas.
            Torear es muy dificil – torear bien claro – y cuando se da paso a los ignorantes y a los ambiciosos, es natural que intenten por todos los medios, quitarle peligro y poder al toro. Es tristisimo, ver como se admiten  por  esas plazas, toros inútiles. Se aplauden a los toreros que piden  raudo el cambio de la suerte de varas, porque el toro no aguanta ni medio puyazo, y se admite, casi sin protesta que los toros se caigan, y cuando alguna que, otra tarde, aparece el toro verdadero con  codicia, con fuerza y fiereza, se achaca – a la mala suerte en el lote – y se perdona que el torero no sepa qué es lo que debe hacerse.
            En este sentido, considero que la Fiesta pasa por su momento más agónico y decadente. El público va a la plaza pagando muy caras las entradas, a divertirse, no a ver torear. Por otra parte se conceden trofeos sin ton ni son, relegando a toreros modestos de valor y técnica, que saben  torear y se enfrentan con toros, que no quieren ni ver las “figuras”. A este paso, esta Fiesta se convertirá en un gracioso y delicado “Ballet”, o quizá, en una “Opereta con trampa y cartón.
Luego: Cuantos les ven y vienen detrás, los (novilleros), aprenden lo más nocivo y pernicioso de la profesión. ¿Cómo les van a dejar pasar?, ¿Cómo no van a querer y poder ser figuras, viendo a semejantes “Maestros”?. Y, sin embargo, tenemos una legión de matadores excluidos.
Los novilleros de antaño veían en sus Maestros, los de verdad, todo un símbolo, un señorío, una torería, un respeto para hablar de ellos, hasta con cierto rubor y, anhelaban tener y parecerse a ellos, en cuanto a su distinción, porte y mando, algo inexistente en los tiempos de hoy. Son tan cortas las distancias, que se les puede hablar de “tu” a esas figuras primeras del escalafón, que no poseen ni mucho menos la personalidad, prestancia, seriedad y comportamiento; -aquellos Maestros digo- que; con solo conocerles y saber de sus gestas, deben cuanto menos estar impresionados, porque la historia no los olvida: Estas figuras, que no se esfuerzan  para formar parte de esa pagina, estos (se siguen admitiendo excepciones), tan  solo buscan enriquecerse, no ya solo por ellos, sino cuantos pululan  a sus alrededores, que son en definitiva a fin de cuentas quienes les aconsejan, para su lucro personal y egoísta, siendo los mismos una lacra que maneja los hilos de la fiesta, poniéndola en el trance mediático, y un tanto aburrida en la que se encuentra.


                        Fermín González- comentarista onda cero radio, Salamanca