Wednesday, May 27, 2009

EL TORO SIN FUTURO
Decididamente, creo que ha llegado el momento de cambiar la denominación del espectáculo taurino. Ya no puede llamarse corrida de toros. Lo apropiado – si el nombre ha de adaptarse a la realidad – es corridas de toreros.
Siempre se dio mucha importancia al toro. Tanta que, en los carteles se anunciaban con letras muy grandes, más grandes que la de los matadores – el nombre de la ganadería. Y se colocaba ese nombre en primer lugar. Lo primero los toros, y luego el anuncio de que a esos toros los iban a lidiar unos hombres de los que se estampaban sus nombres o sus apodos.
Hoy, se conserva todavía el orden en los carteles; pero se han empequeñecido las letras de la ganadería y ha aumentado el tamaño de la de los matadores. El empresario sabe que, el espectador presunto quiere saber cual será la terna de toreros, y se lo anuncia en letras muy gordas para que se vean desde muy lejos y atraigan su atención. El futuro espectador lo ve, es lo único que interesa, y si acaso, ya vera después por curiosidad, de quien son los toros.
Siempre se hablo de corridas de toros, es porque, en realidad eran los toros los que corrían. Pero hoy, el pobre toro no corre; no puede correr. Por lo que sea – por sus muchos kilos, (eso dicen) por su falta de casta y bravura, por su carácter bondadoso y excesiva nobleza, por todas esas cosas buscadas y encontradas en la selección: El toro no corre. El que corre es el torero, para alejarse y darle respiro, luego acercarse, luego para girar buscando colocación entre pase y pase, o sea no para de moverse. Sin embargo, el toro esta quieto, o se mueve muy poco. Él publico, va a ver eso, y si no ve eso, se siente defraudado y le hecha la culpa al toro. Demostrando palmariamente que, este le interesa muy poco. Muy al contrario de lo que siempre ocurrió en las plazas de toros, donde lo primero que observaba el aficionado era, si los escogidos toros que anunciaba el cartel, eran realmente tales, y nada mas aparecer en la arena, el buen aficionado se disponía a descubrir su tipo, sus hechuras, sus reacciones, su seriedad y características ganaderas, es decir; no perdía al toro de vista. Con esos datos, se disponía a evaluar aquello que el torero fuese capaz de realizar durante la lidia, y decantarse en uno u otro sentido. Una cuestión que como digo, son pocos quien lo tienen en cuenta.

Fermín González.-

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