UN MAL NECESARIO
Se podría afirmar con toda seguridad: Que si los padres de criadores de reses bravas, aquellos ganaderos que conocían a la perfección la materia prima de la que disponían, si asistieran hoy a las corridas de toros; serian capaces de reconocerlas. Hace ya, unos pocos años, en que los ganaderos le pedían al mayoral de sus ganaderías, que anotasen cuantas varas, derribos, distancias y prontitud con la que los toros acudían al montado. Hace también unos cuantos años, que estos factores de medida, para saber el grado de fuerza, bravura y codicia que tenia el ganado ha desaparecido.
La suerte de varas ha perdido importancia, y los espectadores lo admiten como un mal necesario, es algo así, como un pretexto para que los matadores hagan lo que hoy llaman “quite” (bueno es un decir). Tanto se ha girado el tornillo de precisión que gobierna al toro, que a muchos ganaderos dicho examen les tiene sin cuidado. Y ahora piden al mayoral cual ha sido el resultado de los toros; pero sobre todo, el de los toreros, y cuantas orejas le han cortado a la corrida que, al fin y al cabo es lo importante y, lo que tiene reflejo en el libro de caja. La cría de toros hoy, es como otro negocio cualquiera, el buen nombre no importa desde el momento en que muy pocos se fijan ya en ese nombre. -Es el debe y el haber el que manda - Siempre hubo excepciones, y las ambiciones de algunos ganaderos, no han sido tan solamente económicas. Un ganadero acreditado podía preguntar ¿Quiénes van a lidiar mis toros?, y, si no le satisfacía los nombres, se tomaba un plazo para la respuesta. Porque la mayor amargura de un ganadero, aunque haya cobrado su buen dinero por la corrida, es ver arrastrar sus toros entre el aburrimiento del público. Un publico que solo mira al torero, y muy poco las condiciones del toro, y ante la duda de desmentir la categoría del diestro, cargan la culpa contra el animal, y este se arrastra sin pena ni gloria. El aficionado debe entender y estimar, que todo gira en torno al toro, que el torero no es nadie sin toro. – Cuanto cambian los tiempos -.
Fermín González.-
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