OSCURECIDA RIVALIDAD
OSCURECIDA RIVALIDAD
Ante el conato y desavenencias surgido entre Morante y Roca Rey, que ha venido
desatándose y ha tenido como centro estelar la plaza del Puerto de Santamaria,
y la verdad es que este escenario, de acontecimientos históricos, puede sumar
uno nuevo que, sin duda tendrá sabor.
Morante tras 25 años de alternativa, disfruta estas últimas
temporadas de un toreo, -como el mismo decía, hacia atrás- es decir ha
recuperado, revivido e inspirado y depurado suertes, del toreo añejo,
llevándolo con una estética y valor, que ha desatado entre la afición una
singular expectación, que tiene como consecuencia, que un torero de hoy no
desmerece en nada a un torero de otra época, siempre que se realice con alma,
pasión y entrega. Y hasta engallarse
en la plaza con su oponente tiene matices de naturaleza añeja.
Por otro lado, el peruano Roca Rey, durante años ha venido
manteniendo su rango de primerísima figura del escalafón, llevando a la afición
mas juvenil, a la plaza y proclamándose ese ídolo joven, que todo el mundo
quiere tener como hijo o yerno. Y tal como antaño surgió esa rivalidad… que, a
buen seguro, no durara mucho… veremos.
Cuando
a Pepe Hillo, le “echaron” en la
plaza como posible rival de Pedro Romero,
quiso Hillo fanfarrón acabar con el
rondeño, y en una corrida entro a matar el toro con el sombrero de fieltro.
Pero cuando le tocó el turno a Romero,
no solo tiro la muleta y el sombrero, sino hasta la redecilla y agarro una
soberana estocada, manejando en la mano izquierda una pequeña peineta.
Es curioso observar, como desde tiempos tan
remotos, los toreros mostraban ya, su acentuada competencia. Han pasado más de
doscientos años de aquellas calendas. El toreo ha evolucionado hasta
convertirse en un arte exquisito. Los toros, ya no son afortunadamente
aquellas fieras llenas de resabios y cornamentas pavorosas. Pero la gallardía,
la responsabilidad, la vergüenza y la competencia distan mucho de ser, no ya
aquella tan legendaria y lejana, sino cualquier otra mucho más cercana que, no
pocos conocieron.
¡Ya no rivalizan los toreros de hoy! Aunque parece que
proliferan los – mano a mano-, más que nada provocados por las penurias
económicas. Lo cierto es; que salvo alguna decorosa excepción, estos ya no son
una competencia, es simplemente una corrida entre dos diestros, sin –
rivalidad-, donde el reparto de la “bolsa” es el propósito empresarial más
regenerativo.
Apenas existe competidor, tampoco dirimen un mano- a -mano
emocionante (se siguen aceptando excepciones) y, apenas tampoco existen
partidistas de toreros que discutan las contiendas de uno y otro matador, no ya
en la plaza, sino en la calle, en bares, casinos hoteles y colmados etc. Hoy
los toreros se aman, se veneran, se piropean unos a otros sus cualidades y
otras ostentosas banalidades, bajo sospecha y coalición de no agresión en la
arena.
Ya, no se distinguen los caracteres contrapuestos de los
rivales, hoy no se habla de retar, de mojara la oreja, de desafiar, ni tan
siquiera de cruzar la mirada gallarda y serena que diga “soy mejor que tu”.
Si repasamos la historia de aquellos competidores, como lo
fueron Rafael Molina alias “Lagartijo”, con “Frascuelo” y más cercano
Joselito y Belmonte, Arruza – Manolete, Litri – Aparicio, Dominguín y Ordoñez
Palomo y Camino - por citar algunos-, estos tuvieron mas ardor y empuje de lo
que se ofrece hoy, con ese ramillete de figuras de poca pujanza, y por lo visto
hasta ahora escaso repertorio. Uno no puede por menos de evocar tiempos pasados,
y apelar al romanticismo, recordando a los toreros de personalidad y valor
sereno incapaces de consentir que nadie les venciera.
Eran las tardes ruidosas, llenas de ardor, donde a cada paso
satisfacían sus imperiosas necesidades y ansias de ser reconocido como un “Pedazo
Torero”, orgulloso al mismo tiempo de satisfacer y emocionar a los públicos. No
hace falta dejar de ser amigo, ni perturbar los serenos afectos de compañeros y
de hombres, pero pisando el anillo de la plaza, cada torero ha de rivalizar,
imponerse al otro, demostrar porque se es figura, o querer serlo, hacerse
aplaudir por su gallardía y destreza. Hoy desgraciadamente con esa falta de
rivalidad y apasionamiento, apenas podemos definir el arte taurino y personal,
los rasgos diferentes están muy disminuidos, estamos ante la uniformidad, el
mismo patrón e igual descaste.
Las competencias en los toros han sido siempre el nervio de la Fiesta. A ellas, se les deben los cambios más radicales, los avances más considerables y los momentos más felices y gloriosos del toreo. Preguntad a cualquier viejo aficionado. Buscad en la historia. Y, tanto la referencia verbal como la escrita, os dirán que las mejores tardes de toros nacieron al calor de una competencia; competencia que ha llenado un periodo de la Fiesta, dejando en la historia un surco hondo y profundo. La historia misma en sus albores, es una sucesión ininterrumpidas de competencias...
Fermín
González- salamancartvaldia.es blog taurinerías
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