ENTRE EL AYER Y EL MAÑANA
Aquí los toros. Y con los toros, los toreros y el mundillo que ambos circunda. En ese mundillo planeta o más bien satélite, estamos nosotros, los que escribimos sobre ellos, los que nos empeñamos, más o menos tozudamente, en influir en su existencia, en determinar con apreciaciones casi explosivas, un cambio de rumbo en su devenir inexorable. Pero, la pretensión de influir en la Fiesta de los toros, suele ejercerse por tres caminos distintos. El camino que nos devuelve o pretende devolvernos al pasado; el camino que aspira a una transformación profunda, y en el camino intermedio, el que pertenece a ese impreciso presente del momento que vivimos; es decir, el camino de los conformistas, de los que se encuentran a gusto, casi felices, con lo que esta ocurriendo, con lo que les esta tocando vivir. Esta es sin duda la postura más grata y cómoda, más apacible y sin sobresaltos; pero no es lucida ni interesante. Con ella está, sin embargo, un público numeroso, pero como participe del mismo conformismo, es apacible, bondadoso, no grita, ni protesta, ni se desgarra las vestiduras. Se siente satisfecho, no siente añoranza del pasado, y este ya no le importa, como cosa lejana o muerta.
Los ansiosos de un cambio total, son poco numerosos y se distinguen como extravagantes soñadores de un imposible. No tienen publico, porque el publico no se para a pensar en un futuro pendiente y les falta imaginación, esa imaginación que discurre trajes de sombra, en vez de trajes de luces, y, nuevos y distintos sistemas hasta para dar muerte a los toros. Naturalmente, estos no cuentan.
Quedan los que, sino propugnan la vuelta al pasado, creen que todo seria mejor, si la Fiesta lograse caminar por los cauces lógicos. No que volviera el toro de cinco años, con muchas arrobas, con muchos pitones y con mucho sentido, nada del viejo “barrabas”, que siembre la tragedia, pero no esta de más que, muchos aficionados, viejos aficionados, añoren las competencias de muchos colosos del toreo, y aquella fiesta impregnada de emoción, de sentimiento, de valor, de vergüenza, de zozobras y no pocas veces de trágico dolor. Esta especie es muy notoria, se hacen oír mucho lanzando anatemas fulminantes, con la convicción absoluta de estar en posesión de un sagrado deposito de verdades irrebatibles, algunos empeñados en no decir adiós a tiempos que ya se fueron. O todo ha pasado, o todo va a pasar. Esta barata y tópica divagación, mil veces escrita, es muy de estos días que median entre el ayer y el mañana, que bifurcan los caminos de la Fiesta taurina.-
Fermín González –comentarista onda cero radio- Salamanca
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