TIEMPO DE LA GLORIETA
AL HILO DE LAS TABLAS
TIEMPO DE LA GLORIETA
Dicen, que las añoranzas encierran
tristeza: Pienso sin embargo que, añorar es rendir un tributo al recuerdo de
las cosas agradables que de uno se han ido alejando, y que tal añoranza del
pasado, tiene un natural sentido espiritual. Refiriéndome a los toros, creo,
que muchos aficionados veteranos habrán llegado a percibir ligeros conatos de
añoranza de aquella feria taurina de Salamanca, cuando los toros eran el eje y
el bullicio de una ciudad en ferias. Todo esto ocurría cuando este espectáculo
era bravo, emocionante, vivo y favorito de los españoles. ¿Quién no fue improvisado torero?, se toreaba en barrios, patios
plazuelas, capeas, fiestas pueblerinas y mucho, mucho de salón, donde después
de oír los pormenores de los relatos retransmitidos de la radio, uno tomaba
trapo y palillo en mano, poniendo todo el entusiasmo y tantas ganas en su
imitación que uno mismo se emocionaba. Como no añorar aquella fiesta, aquella
que uno creyó siempre era inconfundible, incomparable, entonces, hasta creíamos
que era inmortal... Un sueño. Una ilusión. Una quimera.
Hay en la historia de esta plaza de
toros, diversos hitos que señalan las épocas de la misma. Al mismo tiempo hay
en el desarrollo de su protagonismo en la Fiesta un enorme caudal anecdótico y episodios
más o menos trascendentales, que han contribuido a formar un ambiente
determinado a través del tiempo.
Este mencionado caudal anecdótico,
nos brinda frecuentemente el recurrir a ellos para publicar artículos. No me
atrevo a pronosticar que, otros tiempos taurinos sean mejores o peores – sino
que son otros -. Lo que si puedo afirmar, es que hace muchos años, y desde que la Mariseca anunciaba los
carteles de feria, y toros en Salamanca, comenzaba a vivirse un desasosiego en
sus gentes, incluso, su estado de ánimo era más desenfadado y gracioso. Aquella
Salamanca en ferias, donde era imposible sustraerse del ambiente el día de
corrida, y donde todo el mundo terminaba yendo a la plaza. En sus aledaños,
había tanta gente fuera como dentro, iban a ver cuanto fuera posible, a oír el
vocerío de los ¡oles! O el grito trágico de la cogida, vitorear la salida a
hombros de los triunfadores, o simplemente ver pasar el coche de toreros y
cuadrillas. Era aquel transitar de Plaza Mayor a Plaza de Toros, el vocerío ¡a
la plaza eh, a la plaza! Autobuses destartalados llegaban de los pueblos
cercanos repletos. Aquella estampa de la avenida Torres Villarroel en tarde de
toros, donde en la conversación de caminata, no se hablaba más que de la corrida,
a veces conservando el hervor del entusiasmo y comentario apasionado, lances,
incidentes, faenas de los diestros, ritmos de la lidia, juego de los toros. En
ocasiones, la frialdad, el hastío, el cansancio y el silencio de la
muchedumbre, era todo un curso de desencanto. Los que esperaban el desfile de
público, notaban por las medias palabras, en los gestos y ademanes, cual había
sido el resultado de la tarde.
Siempre habrá quien mantenga, que
puedan ser las mismas o mejores ¡Pero aquellas tardes de toros se han borrado
por completo y para siempre! Y los que conocimos esos tiempos lo hemos de
sentir. Después de estos apuntes, la Glorieta impávida en el transcurrir de su
historia, abrirá sus puertas para iniciar una nueva feria, que al igual que
tantas otras vendrá cargada de no pocas suspicacias, de bueno para unos de no
tan bueno para otros. Procuremos que no se oculten las responsabilidades desde
el presidente al mulillero.-
Fermín
González -comentarista Salamancartvaldia.es
(blog taurinerías)
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