EL ESPORTON
EL QUITE
Las competencias en los toros, han sido el alma y el nervio de la Fiesta. A ellas se le deben los cambios más radicales, los avances más considerables y los momentos más gloriosos y felices del toreo. Preguntar a cualquier “viejo” aficionado o buscar en la historia y, tanto la referencia verbal como escrita, os dirán que las mejores tardes de toros, nacieron al calor de una competencia. Competencia, que ha llenado los mejores periodos de la fiesta, dejando en su historia un surco hondo y profundo.
Como las suertes del toreo se van diluyendo. No queda más remedio que, resucitar algunas, aunque solo sea para recordar que existieron, porque salvo “milagro”, no volveremos a verlas. Entre estas, podemos hablar de la noción olvidada del quite, más que olvidada, hasta desconocida por las generaciones modernas. El quite se definió (como la acción de apartarse al toro del lugar donde puede haber riesgo de cogida). Hubo, también un tiempo en que se rivalizaba en los quites, era cuando se picaba a los toros con verdad y justeza, los toros eran quitados con prontitud por el matador de turno y, este esmeraba su torería y guapeza. – Que rematando su serie se iba con torería hacia la barrera, donde titular y el de turno cruzaban retadora la mirada, buscando su respuesta, lo que en ocasiones ocurría, en beneficio de la afición que, disfrutaba del competitivo repertorio de capa -. Hoy, el quite como tal, salvo alguna honrosa excepción ha desaparecido. Venida a menos la suerte de varas y siendo poco frecuente que los toros derriben y pongan en peligro al picador, el quite ha quedado convertido en una serie de lances preparados, que poco o muy poco, tienen que ver con la esencia verdadera que representaba la suerte. De otra parte, como el toreo se ha acortado hasta lo inverosímil, ya no alcanza la estimación que se concedía antes al torero (“estar bien colocado”). Lidiar, no es solo ya lo de menos, sino que el vocablo se emplea con sentido despectivo. Y en lidiar, esta la verdadera raíz del toreo.-
Fermín González.-
EL QUITE
Las competencias en los toros, han sido el alma y el nervio de la Fiesta. A ellas se le deben los cambios más radicales, los avances más considerables y los momentos más gloriosos y felices del toreo. Preguntar a cualquier “viejo” aficionado o buscar en la historia y, tanto la referencia verbal como escrita, os dirán que las mejores tardes de toros, nacieron al calor de una competencia. Competencia, que ha llenado los mejores periodos de la fiesta, dejando en su historia un surco hondo y profundo.
Como las suertes del toreo se van diluyendo. No queda más remedio que, resucitar algunas, aunque solo sea para recordar que existieron, porque salvo “milagro”, no volveremos a verlas. Entre estas, podemos hablar de la noción olvidada del quite, más que olvidada, hasta desconocida por las generaciones modernas. El quite se definió (como la acción de apartarse al toro del lugar donde puede haber riesgo de cogida). Hubo, también un tiempo en que se rivalizaba en los quites, era cuando se picaba a los toros con verdad y justeza, los toros eran quitados con prontitud por el matador de turno y, este esmeraba su torería y guapeza. – Que rematando su serie se iba con torería hacia la barrera, donde titular y el de turno cruzaban retadora la mirada, buscando su respuesta, lo que en ocasiones ocurría, en beneficio de la afición que, disfrutaba del competitivo repertorio de capa -. Hoy, el quite como tal, salvo alguna honrosa excepción ha desaparecido. Venida a menos la suerte de varas y siendo poco frecuente que los toros derriben y pongan en peligro al picador, el quite ha quedado convertido en una serie de lances preparados, que poco o muy poco, tienen que ver con la esencia verdadera que representaba la suerte. De otra parte, como el toreo se ha acortado hasta lo inverosímil, ya no alcanza la estimación que se concedía antes al torero (“estar bien colocado”). Lidiar, no es solo ya lo de menos, sino que el vocablo se emplea con sentido despectivo. Y en lidiar, esta la verdadera raíz del toreo.-
Fermín González.-
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