EL ESPORTON
PUNTO Y CRÍTICA
La primitiva crítica se limitaba a dar la noticia de que se había celebrado una corrida. Después, empezaron a dar detalles, hasta llegar a aquellas reseñas minuciosas, en las que sin olvidar el nombre, pelo, numero y rasgos físicos de cada toro, adornos del traje de luces, sus nombres o apodos de los toreros y picadores; se precisaban el numero de puyazos, numero de estocadas o descabellos, así como hacer constar las reacciones del publico, palmas ovación, orejas, pitos o broncas etcétera.... Todo era reseña; aun no había crítica propiamente dicha. El revistero contaba lo que vieron sus ojos; pero no decía esta boca es mía.
Andando el tiempo el revistero se hizo crítico. Y, sin abandonar el detalle, comenzó a exponer su opinión, muchas veces contrapuesta al público – y muchas veces apasionada – noblemente a pasionada -. Cada uno tenía sus preferencias, y claro alababa lo que se ajustaba a sus preferidos. La critica dio un paso importante y se hicieron compatibles la reseña y la literatura; y el lector se enteraba de lo que había ocurrido en la plaza, y se recreaba artísticamente saboreando la prosa florida y las bellezas del lenguaje, lo mismo empleadas para ensalzar que para censurar hoy... (Salvando las consabidas excepciones) porque sabemos que las hay, aunque en algunos casos no quieran reconocer (no se pueden medir a todos por el mismo rasero). Es un defecto de la critica actual – o a mi me lo parece – que a los mayores protagonistas de la corrida, se les trata con una excesiva benevolencia, y que muchos escribidores se pierden en un insulso entramado de definiciones y vocablos, con el fin de disimular y disculpar en mayor medida al torero, y se habla de las dificultades del toro, que casi siempre tiene la culpa de que el torero no redondee la faena.; siempre hay una disculpa, el toro, la actitud del publico, el viento, la voltereta, etcétera. El caso es que en la mayoría de reseñas nos encontramos, que en estas siempre se añade un grado más al orden de méritos alcanzado por el diestro. Y esto no es más que componendas antitaurinas, que se alejan del rigor, la seriedad y honestidad que deben estar bien presentes, de quien ejerza la critica.
Fermín González
PUNTO Y CRÍTICA
La primitiva crítica se limitaba a dar la noticia de que se había celebrado una corrida. Después, empezaron a dar detalles, hasta llegar a aquellas reseñas minuciosas, en las que sin olvidar el nombre, pelo, numero y rasgos físicos de cada toro, adornos del traje de luces, sus nombres o apodos de los toreros y picadores; se precisaban el numero de puyazos, numero de estocadas o descabellos, así como hacer constar las reacciones del publico, palmas ovación, orejas, pitos o broncas etcétera.... Todo era reseña; aun no había crítica propiamente dicha. El revistero contaba lo que vieron sus ojos; pero no decía esta boca es mía.
Andando el tiempo el revistero se hizo crítico. Y, sin abandonar el detalle, comenzó a exponer su opinión, muchas veces contrapuesta al público – y muchas veces apasionada – noblemente a pasionada -. Cada uno tenía sus preferencias, y claro alababa lo que se ajustaba a sus preferidos. La critica dio un paso importante y se hicieron compatibles la reseña y la literatura; y el lector se enteraba de lo que había ocurrido en la plaza, y se recreaba artísticamente saboreando la prosa florida y las bellezas del lenguaje, lo mismo empleadas para ensalzar que para censurar hoy... (Salvando las consabidas excepciones) porque sabemos que las hay, aunque en algunos casos no quieran reconocer (no se pueden medir a todos por el mismo rasero). Es un defecto de la critica actual – o a mi me lo parece – que a los mayores protagonistas de la corrida, se les trata con una excesiva benevolencia, y que muchos escribidores se pierden en un insulso entramado de definiciones y vocablos, con el fin de disimular y disculpar en mayor medida al torero, y se habla de las dificultades del toro, que casi siempre tiene la culpa de que el torero no redondee la faena.; siempre hay una disculpa, el toro, la actitud del publico, el viento, la voltereta, etcétera. El caso es que en la mayoría de reseñas nos encontramos, que en estas siempre se añade un grado más al orden de méritos alcanzado por el diestro. Y esto no es más que componendas antitaurinas, que se alejan del rigor, la seriedad y honestidad que deben estar bien presentes, de quien ejerza la critica.
Fermín González
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