CASINO DE SALAMANCA
AL HILO DE LAS TABLAS
CASINO DE SALAMANCA
Siempre fue una entidad, un tanto alejada del pueblo llano
de esta ciudad, antaño oíamos y veíamos
cosas del Casino, que se antojaban un
tanto lejanas, era evidentemente una sociedad, donde tan solo, aquellos que
pertenecían a la clase distinguida de la ciudad, se daban cita en la misma. No
obstante debo decir que desde hace ya, unos cuantos años, la entidad se ha
abierto, a la ciudadanía, permitiendo el acceso con más regularidad y además
despertando el interés del mismo, por las iniciativas culturales y variadas que se desarrollan.
Dicho esto hagamos un poco de historia de su devenir en
Salamanca: El Centro Social, data del 1858, tuvo otras ubicaciones hasta
establecerse en la mansión de Leopoldo
Maldonado Carvajal, es decir en
lo que hoy se representa como el Palacio Rodríguez
de Figueroa, que data del siglo XVI, quien tuvo como primer propietario a Juan de Figueroa, natural de Ledesma,
tras pasar a manos de otros propietarios, es finalmente la sociedad quien se
hace con la compra del Casino 1916- es decir cumple ahora el siglo de vida en
manos de cuantos compusieron aquel círculo social y cultural- como digo
personajes de la elite salmantina,
abogados, ingenieros, ganaderos, universitarios, comerciantes, médicos o
constructores etcétera. Y, de donde han ido nombrándose sus directivos, así
como su presidente. No está confirmada
la autoría del mismo, pero por datos registrados, parece ser que fue obra de Rodrigo Gil de Ontañon.
Ha sufrido varias reformas, en fechas determinadas, con arquitectos
que formaban parte su directiva, tal es el caso de los señores Fernando Población y Francisco Gil, dado
la extensión y el contorno del edificio a dos calles como bien conocen, por lo
tanto en el mismo se han efectuado todo tipo de iniciativas culturales, que es
primordialmente para lo que había nacido la institución, aunque en el mismo se
han banquetes, bodas de algunos socios, celebraciones festivas, en ferias,
aniversarios y como no bailes y conciertos de año viejo, etcétera. Hay sin
embargo, dentro de todo este entramado, algunos personajes, que de forma muy interesante sobresalieron, en cuanto a la dimensión que
logro el Casino, pues su prestigio creció por todo ese continuo acervo cultural
que imprimía a la ciudad, donde llegaban los más señalados personajes de la
cultura. Tal es el caso de Francisco Gil que
en fecha, (11-1-1948), fue elegido presidente de esta institución, Gil era un
gran aficionado al arte, y convoca premios de estas dos facetas la pintura y la
escultura, un perfecto conocedor de la
pintura y de aquellos que en ese momento estaban exponiendo en todas las
galerías españolas y europeas, sobre todo en la cuna de Paris. Durante años
desde el (1951 a 1957), desfilaron en
los concursos que organizo bajo su mandato el Casino, dando oportunidad al
mismo tiempo que autores conocidos como Venancio
Blanco, tuvieran vitola internacional reconocida, de artistas nacidos en
esta provincia. Teatro Gran Vía, Gran Hotel y Monterrey lucieron también en sus
paredes muchas de aquellas pinturas y esculturas, y eso que, por el camino Gil
perdió a su hija María Teresa.
De todo esto daban cumplida cuenta los periódicos de la
ciudad, ecos, exposición y catálogos tanto el desaparecido (sin pena ni gloria)
el Adelanto como la Gaceta Regional, sus redactores y
comentaristas eran todo un alarde, de conocimiento crítico y de exigente
puntualización en todos los temas culturales, más aun en los que tenían
relación con el Casino. Fueron unos años en los que en esta ciudad, se habían
abierto, un buen número de salas de exposición, aulas de arte, tiendas
especializadas que el tiempo, la tecnología, el mercantilismo y la prisa,
fueron eclipsando. Pero sin rendirse del todo, porque: otro Gil, Francisco Gil Álvarez, se convirtió en
el nuevo mecenas del arte y quiso homenajear la memoria de su padre y durante
cinco años consecutivos el primogénito volvió a coger el testigo y fueron
muchos los importantes premios, y exposiciones
y galardones que se vinieron concertando en la ciudad, tanto en las
salas como en el Palacio de Figueroa.
Evidentemente era para una minoría de personas, para marchantes, compradores, y
gentes dedicadas al coleccionismo, y negocios de subastas. El gran público de
la ciudad, nada o muy poco sabia de esto, incluso me atrevo a decir, que hasta
no hace tanto tiempo, muchas personas no habían entrado a esta magnífica
estancia que es el Casino. En cuanto a su protagonismo y contribución en la
Fiesta taurina:
El Casino siempre tuvo una puerta abierta a la tauromaquia,
recuerdo de “chaval”, aquellas tertulias taurinas de antaño, amén de
manifestarse en las plazas de toros, constituían después de las corridas las
reuniones en cafés, colmados y en este Casino, donde se congregaban individuos
reducidos en número pero selectos en calidad, para hablar de la fiesta,
comentando sus accidentes, juzgando lo bueno y lo malo de las ganaderías y
apreciando la capacidad y valor de los lidiadores. No existían apenas peñas o
círculos organizados como los hay ahora, donde
Se juntan los partidarios de determinados diestros.
Los cenáculos de la época eran absolutamente particulares,
se componían de aficionados de diferentes gustos y de distintos pareceres en
cuanto al mérito de los toreros. Cada uno tenía su preferido y en las
discusiones que se suscitaban, defendían lo que estimaban mejor de sus dotes
gesto y torería del espada simpatizante.
Había
aficionados de total competencia en la materia, que los juicios sobre reses y
toreadores los escuchaban con respeto los más acreditados ganaderos y los más
afamados ases de la torería que alguna que otra vez hacían acto de presencia y
oían sin perder detalle las indicaciones y consejos de aquel tribunal, cuyos
fallos gozaban de un razonable prestigio.
Eran
reuniones, donde casi todos los asistentes eran de edad madura, por lo tanto
habían tenido ocasión de presenciar y dar fe de los contrastados estilos que
mantuvieron los gloriosos espadas. Al tiempo que se les concedía a los más
viejos cierta autoridad, puesto que sus opiniones se difundían entre los
aficionados, sirviéndoles para orientarse en sus observaciones y dictámenes en
la plaza. Estas tertulias apenas tienen hoy razón de ser, porque aparte de
saberlo todo, no sabemos escuchar, todos
somos unos entendidos, aunque luego en la plaza haya un palmaria demostración
de ignorancia, de aplaudir con frenesí, y solicitar los trofeos sin tasa ni
medida que lo justifique. Convendrán conmigo que hoy a los públicos asistentes
les faltan “cimientos taurinos”. Claro que estos son los que más gustan a empresas
y toreros.
Hoy, tras esos
avatares y ciclos de la historia de esta entidad centenaria, con un nuevo
presidente a la cabeza de su directiva, Alberto
Estella, hombre conocido, y relacionado en la ciudad, aficionado cabal y buen relaciones públicas, trata de abrir aún
más las puertas del Casino, de hacerlo participe de la ciudad, que se vean y se
reconozcan sus entrañas, así como todas esas iniciativas que han venido
sucediéndose desde algún tiempo atrás, ahora es el tiempo de ferias en
Salamanca, y el Casino quiere apostar y contribuir a que la tauromaquia, su
arte, su cultura y sus personajes en todas sus variantes, encuentren en esta
entidad, sus genuinas formas de expresión, afición y
sentimiento.
Fermín González- Salamancartvaldia.es (blog
taurinerías)
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