EL TORO INTEGRO Y EL ARTE DE APLAUDIR
AL HILO DE LAS TABLAS
EL TORO INTEGRO Y EL ARTE DE APLAUDIR
Hay, un punto de vista que siempre hemos venido
manteniendo muchos de los que nos ocupamos de la fiesta de los toros, unidos
tambien a buena parte de la afición y medios de comunicación en los últimos
años. Todos, seguimos manteniendo la certeza de que si la afición se pusiera en su sitio y, esta exigiese la presencia del toro-toro, todo lo
que huele a trampa, a falsificación, a manipulación caerá por los suelos. Defendemos firmemente que, frente a la
verdad del toro no cabe sino la verdad del toreo. Y al borde de ambas verdades
se erguiría la emoción en la que se basa y por la que sobrevive la fiesta
brava.
Tenemos
multitud de ejemplos. Cuando el bravo está en la arena, y la plaza es
importante, todos los espadas cada cual en su medida de valor, arte y sentir,
son capaces de levantar un monumento al toreo. Sin embargo, hartos estamos de
que esto deja de producirse cada día más, y son contadas ocasiones, que asoma
por toriles el toro enterizo, poderoso y veloz en el envite. Adoleciendo por
tanto de los intensos momentos que pueda producir el espada ante su oponente. Y
con ello hacer llegar al tendido, la vivración y entusiasmo necesario, con el
fin de que el aburrimiento, el cansancio y el bostezo, no se apoderen de la
concurrencia. Necesitamos el toro. Y la que debe exigirlo e imponerla, es la
afición con el amparo y seriedad de la autoridad, aunque moleste a empresarios,
toreros y apoderados; es también deber de peñas, agrupaciones taurinas y aficionados
todos, defender las esencias de la fiesta, oponerse a que se desvirtúe, impedir
que la desbarranquen, con desorbitados afanes mercantilistas que se antepongan
a la autenticidad de ella.
Lógico es, que quien paga y por lo tanto
mantiene a empresarios, apoderados, toreros y otros, lo hagan con la certeza de
que no serán defraudados. La corrida podrá ser buena o mala. Eso es harina de
otro costal. Pero lo que deberá ser es corrida de toros, de toros con la edad,
con su peso, su casta, su cabeza intacta y fuerza en las manos. Será bravo o
manso, eso es imprevisible, pero será toro, que es de lo que se trata. Claro
que; todo esto es un candoroso optimismo, y la cosa ha cambiado tanto, en
cuanto a publico, critica, y autoridad, que el nivel de exigencia, está de
“capa caída”.
Hay cosas, que
uno no acierta a comprender cuando te sientas en el tendido de una plaza de
toros. Y quiero referirme a aquellos que se sienten aficionados, los cuales
tienen el irrefrenable deseo de aplaudirlo todo.
Ocurre en la
mayoría de las tardes, que se da una exhibición del toreo más vulgar que se
pueda concebir,
que las suertes correspondientes a la lidia haya sido una lección de
despropósitos, y la estocada final un lamento de ejecución y colocación, para
que los aplaudidores se pronuncien
con inusitada cantidad de vítores. Ante lección tan impresentable. Cuando esto
ocurre en plazas de pueblos, - pues eso -, uno se sonroja o mira hacia otro
lado; cuando ocurre en plazas de las llamadas importantes, uno se muere de
vergüenza. Ni que decir, que cada una de estas peripecias de aplaudidores y
voceros, personajes singulares dentro de los ruedos, -no se dan cuenta-, pero
hacen el más espantoso de los ridículos.
Los primeros comienzan a aplaudir desde que salen las cuadrillas, y no paran
hasta marcharse, tanto si salen a hombros, o cabizbajos por la aciaga tarde. En
cuanto al vocero, este se hace oír en toda la plaza, pero además no cesa de
hablar toda la tarde, exponiendo no solo sus juicios y opiniones, sino hasta
sus sensaciones más intimas. Tienen a bien suplantar con su jolgorio, el
hastío y la desgana del desdichado espectáculo, cuando este se manifiesta con
aire triste de mala y sosa capea “pueblerina”. Y, desde ese punto, todos
deberíamos integrarnos a estos.
No piensen que estoy en contra de
aplausos, ovaciones, vítores y voz sonora ¡no!.. Solo pienso que esto debe
producirse cuando llegue el estimulo, la emoción y, la razón de ser, al igual
que debe hacerse con la protesta – con motivos -¡Claro que cada cual tiene los
suyos!.- ¡A que sí!
Fermín González salamancartvaldia.es blog taurinerías
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