EL ESPORTON
TOREO DE SIEMPRE
No creo en la decadencia del toreo, del verdadero toreo se entiende; es decir, de la que debe ser manera de torear, aparte la personalidad de cada diestro. Un buen torero de hoy no desmerece en el recuerdo de un buen torero de ayer, si responde a lo que debe ser la lidia de un toro, salvando, claro está sus valores individuales, que son realmente los que destacan y singularizan al hombre como cultivador del arte de hacer ese toreo suyo, por ser él quien lo expresa, lo realiza y le da efectividad como artista. Evidentemente, que las condiciones de los toros han cambiado, pero el toreo con honradez, riesgo y conocimiento del oficio, puede resultar tan digno y meritorio como lo fuera ayer. Ahora bien; al abundar en lo que el arte taurino debe ser, habida cuenta que el toro es el eje principal de la fiesta – no lo olvidemos-. hemos de reconocer el imperativo artístico, que debe dedicársele a su lidia. ¡Por qué, cuando un buen torero aparece como tal, revela y une sus cualidades de arte personal – personalísimo si se quiere - a las exigencias que el toro pide en cada ocasión, debe entenderse que esto, y no otra cosa, es lo que califica verdaderamente a un diestro!
¡Que, hoy los tiempos son otros y, otros los toros y los toreros! ¡Si!... Pero el buen arte de torear, no es de ayer y de ahora, ni lo será de mañana, sino de siempre. Ocurre, que tal vez a la reducción que se llego en los últimos años en cuanto a la casta, fiereza y poder del toro de lidia, y sobre todo la exquisita selección que se ha logrado, en orden a la nobleza, suavidad y franqueza de su embestida, ha hecho posible un toreo a distancia inverosímil, logrando con todo ello, que el toro apenas enganche la muleta, y se entregue más humillado en el engaño. Por el contrario se han suprimido del espectáculo, el aspecto de lucha, dominio y poderío que la lidia del bronco, encastado repetidor de embestidas y difícil hacia resaltar. Y tales factores, han convertido al torero lidiador en artista, de aquel, que en su plenitud lidiadora llamábamos Maestro, al protagonista de bellos desplantes. A ello, ha contribuido un público nuevo de marcado carácter, sentimental, delicado incluso exhibicionista, pero de preparación y psicología bien distinta, a aquel que, asistía tradicionalmente a la grada para exigir las suertes cruciales y la integridad del toro. Lamentablemente hoy acude a las plazas
Una muchedumbre, que aplaude con frenesí el adorno, las posturas, lo fingido, lo adulterado y el oropel.-La cosa esta así amigos…-
Fermín González.-
TOREO DE SIEMPRE
No creo en la decadencia del toreo, del verdadero toreo se entiende; es decir, de la que debe ser manera de torear, aparte la personalidad de cada diestro. Un buen torero de hoy no desmerece en el recuerdo de un buen torero de ayer, si responde a lo que debe ser la lidia de un toro, salvando, claro está sus valores individuales, que son realmente los que destacan y singularizan al hombre como cultivador del arte de hacer ese toreo suyo, por ser él quien lo expresa, lo realiza y le da efectividad como artista. Evidentemente, que las condiciones de los toros han cambiado, pero el toreo con honradez, riesgo y conocimiento del oficio, puede resultar tan digno y meritorio como lo fuera ayer. Ahora bien; al abundar en lo que el arte taurino debe ser, habida cuenta que el toro es el eje principal de la fiesta – no lo olvidemos-. hemos de reconocer el imperativo artístico, que debe dedicársele a su lidia. ¡Por qué, cuando un buen torero aparece como tal, revela y une sus cualidades de arte personal – personalísimo si se quiere - a las exigencias que el toro pide en cada ocasión, debe entenderse que esto, y no otra cosa, es lo que califica verdaderamente a un diestro!
¡Que, hoy los tiempos son otros y, otros los toros y los toreros! ¡Si!... Pero el buen arte de torear, no es de ayer y de ahora, ni lo será de mañana, sino de siempre. Ocurre, que tal vez a la reducción que se llego en los últimos años en cuanto a la casta, fiereza y poder del toro de lidia, y sobre todo la exquisita selección que se ha logrado, en orden a la nobleza, suavidad y franqueza de su embestida, ha hecho posible un toreo a distancia inverosímil, logrando con todo ello, que el toro apenas enganche la muleta, y se entregue más humillado en el engaño. Por el contrario se han suprimido del espectáculo, el aspecto de lucha, dominio y poderío que la lidia del bronco, encastado repetidor de embestidas y difícil hacia resaltar. Y tales factores, han convertido al torero lidiador en artista, de aquel, que en su plenitud lidiadora llamábamos Maestro, al protagonista de bellos desplantes. A ello, ha contribuido un público nuevo de marcado carácter, sentimental, delicado incluso exhibicionista, pero de preparación y psicología bien distinta, a aquel que, asistía tradicionalmente a la grada para exigir las suertes cruciales y la integridad del toro. Lamentablemente hoy acude a las plazas
Una muchedumbre, que aplaude con frenesí el adorno, las posturas, lo fingido, lo adulterado y el oropel.-La cosa esta así amigos…-
Fermín González.-
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