EL ESPORTON
EL TOREO INOLVIDABLE
Dentro de la caudalosa vida taurina: parece ser que, después de establecerse la época de oro con Joselito y Belmonte, el toreo según (magníficos oradores), comienza a ser moderno cuando aparecen en escena los Bienvenida, Ordoñez, Aparició etcétera. Y sinceramente, no acierto a comprender (establecidas las distancias en uno y otro orden) como tendríamos que situar el toreo de hoy. Donde en contadas ocasiones, y contados coletudos, el resto, es decir, la gran mayoría del escalafón; se aplican y se apoyan más en ese toreo sucedáneo, mentiroso y ventajista que, cansados estamos de presenciar en nuestras plazas. ¿Será supermoderno, será “guay?” – Cualquiera sabe -.
Si recapitulamos sobre la trilogía – parar, templar y mandar -.. Por el temple, se manda; por el mando, es posible no moverse. Si somos capaces de observar esto una tarde (aparte del milagro) veremos como surge sencilla y fluidamente el quehacer del torero, que realiza un torero en perfecta concordancia, con la característica esencial de tener delante a un toro bravo – claro esta -. Luego eso – y nada más que eso, es lo único que se puede llamar toreo, que se nos revela desde aquella época de oro, o si se quiere desde esa otra más “moderna” o cercana. No voy a caer en la tentación de entrar en disquisiciones o comparaciones, pues en la historia del toreo, han existido toreros de toda índole y condiciones. Pero, también es bien cierto, que estamos en una época donde la mediocridad y el adocenamiento masivo, es tarjeta habitual de presentación
Hay unas normas toreras, que por el contrario – no son planchas de grabar el mismo dibujo –, sino brújulas orientadoras de muchos caminos, de muchas líneas – unidas en la variedad – por donde el toreo debe discurrir. El toreo es sencillamente toreo, a secas. Ante el toro en edad, trapío y los otros atributos del toro de lidia. Ellos los toros, son los que ponen y quitan etiquetas. ¡Donde estarán, los animales!...
Fermín González
EL TOREO INOLVIDABLE
Dentro de la caudalosa vida taurina: parece ser que, después de establecerse la época de oro con Joselito y Belmonte, el toreo según (magníficos oradores), comienza a ser moderno cuando aparecen en escena los Bienvenida, Ordoñez, Aparició etcétera. Y sinceramente, no acierto a comprender (establecidas las distancias en uno y otro orden) como tendríamos que situar el toreo de hoy. Donde en contadas ocasiones, y contados coletudos, el resto, es decir, la gran mayoría del escalafón; se aplican y se apoyan más en ese toreo sucedáneo, mentiroso y ventajista que, cansados estamos de presenciar en nuestras plazas. ¿Será supermoderno, será “guay?” – Cualquiera sabe -.
Si recapitulamos sobre la trilogía – parar, templar y mandar -.. Por el temple, se manda; por el mando, es posible no moverse. Si somos capaces de observar esto una tarde (aparte del milagro) veremos como surge sencilla y fluidamente el quehacer del torero, que realiza un torero en perfecta concordancia, con la característica esencial de tener delante a un toro bravo – claro esta -. Luego eso – y nada más que eso, es lo único que se puede llamar toreo, que se nos revela desde aquella época de oro, o si se quiere desde esa otra más “moderna” o cercana. No voy a caer en la tentación de entrar en disquisiciones o comparaciones, pues en la historia del toreo, han existido toreros de toda índole y condiciones. Pero, también es bien cierto, que estamos en una época donde la mediocridad y el adocenamiento masivo, es tarjeta habitual de presentación
Hay unas normas toreras, que por el contrario – no son planchas de grabar el mismo dibujo –, sino brújulas orientadoras de muchos caminos, de muchas líneas – unidas en la variedad – por donde el toreo debe discurrir. El toreo es sencillamente toreo, a secas. Ante el toro en edad, trapío y los otros atributos del toro de lidia. Ellos los toros, son los que ponen y quitan etiquetas. ¡Donde estarán, los animales!...
Fermín González
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