EPOCAS
EPOCAS
Dentro de la caudalosa vida taurina,
parece ser que después de establecerse la época de oro con “Joselito” y Belmonte, el toreo, comienza
a ser “moderno”. Cuando años más tarde aparecen en escena los Bienvenida, Ordóñez, Aparicio etcétera,
sinceramente no acierto a comprender (establecidas las distancias, en uno y
otro orden). ¿Como tendríamos que situar al toreo de hoy?... ¡Por qué no nos
engañemos!, hoy se practica un toreo sucedáneo, mentiroso y ventajista (se
admiten excepciones)
Hay
que considerar, lo fácil y bello que parece el arte de torear cuando lo
practica un torero con talento, facultades y valor, y al par, el desequilibrio y lo farragoso que resulta, cuando estas condiciones faltan. De
ahí se deriva, al ver que, el publico en no pocas ocasiones, acepte como bueno
lo que no es, sino ignorancia y temeridad. Hay unas normas toreras, que por el
contrario – no son planchas de grabar el mismo dibujo -, sino brújulas
orientadoras de muchos caminos, de muchas líneas unidas en la variedad por donde el toreo debe discurrir. El toreo es
sencillamente, toreo a secas, ante el toro en edad, trapío y los otros
atributos del toro de lidia. Ellos, los toros, son los que ponen y quitan
etiquetas.
Torear es muy dificil – torear bien
claro – y cuando se da paso a los ignorantes y a los ambiciosos, es natural que
intenten por todos los medios, quitarle peligro y poder al toro. Es tristisimo,
ver como se admiten por esas plazas, toros inútiles. Se aplauden a los
toreros que piden raudo el cambio de la
suerte de varas, porque el toro no aguanta ni medio puyazo, y se admite, casi
sin protesta que los toros se caigan, y cuando alguna que, otra tarde, aparece
el toro verdadero con codicia, con
fuerza y fiereza, se achaca – a la mala suerte en el lote – y se perdona que el
torero no sepa qué es lo que debe hacerse.
En este sentido, considero que la Fiesta pasa por su momento
más agónico y decadente. El público va a la plaza pagando muy caras las
entradas, a divertirse, no a ver torear. Por otra parte se conceden trofeos sin
ton ni son, relegando a toreros modestos de valor y técnica, que saben torear y se enfrentan con toros, que no
quieren ni ver las “figuras”. A este paso, esta Fiesta se convertirá en un
gracioso y delicado “Ballet”, o quizá, en una “Opereta con trampa y cartón.
Luego:
Cuantos les ven y vienen detrás, los (novilleros), aprenden lo más nocivo y
pernicioso de la profesión. ¿Cómo les van a dejar pasar?, ¿Cómo no van a querer
y poder ser figuras, viendo a semejantes “Maestros”?. Y, sin embargo, tenemos
una legión de matadores excluidos.
Los
novilleros de antaño veían en sus Maestros, los de verdad, todo un símbolo, un señorío,
una torería, un respeto para hablar de ellos, hasta con cierto rubor y,
anhelaban tener y parecerse a ellos, en cuanto a su distinción, porte y mando,
algo inexistente en los tiempos de hoy. Son tan cortas las distancias, que se
les puede hablar de “tu” a esas figuras primeras del escalafón, que no poseen
ni mucho menos la personalidad, prestancia, seriedad y comportamiento; -aquellos
Maestros digo- que; con solo conocerles y saber de sus gestas, deben cuanto
menos estar impresionados, porque la historia no los olvida: Estas figuras, que
no se esfuerzan para formar parte de esa
pagina, estos (se siguen admitiendo excepciones), tan solo buscan enriquecerse, no ya solo por
ellos, sino cuantos pululan a sus
alrededores, que son en definitiva a fin de cuentas quienes les aconsejan, para
su lucro personal y egoísta, siendo los mismos una lacra que maneja los hilos
de la fiesta, poniéndola en el trance mediático, y un tanto aburrida en la que
se encuentra.
Fermín González-
comentarista onda cero radio, Salamanca
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