DE MADRID AL CIELO...
DE
MADRID AL CIELO…
Según tengo entendido, siempre que
arranca la temporada de las Ventas, el aficionado más curtido de la plaza
madrileña, espera entre deseoso y desconfiado la cartelera. Sobre todo y cuanto
menos, hay parte de suspicacia ante el largo ciclo isidril que pronto va a
comenzar. Y más aun, cuando lo visto hasta ahora, no ha sido para nada del
agrado de sus parroquianos.
Mucho
se ha escrito, y más se escribirá sobre el publico de los toros, y siempre se
hizo y se hace, el mismo descubrimiento, de que el publico de hoy es muy
distinto al de otros tiempos... Y sobre tan ligera afirmación hablando del
publico madrileño, se fundamenta un razonamiento, por el que se le acusa de
preferencias por unos diestros, mientras aparta a otros sin causas
justificadas, o bien porque se han cansado de verlos feria tras feria, muchos
de ellos repetidas figuras, que lo exigen todo, cobran una millonada y, sin
embargo, torean poco como mandan los cánones. Y como el publico tiene un
sentido reverencial de tanto millón, y, los toreros empiezan a ser avaros de su
valor y decisión, los públicos empiezan a exigir por instinto de tasación, de
que los méritos y justificación han de ser proporcionales a lo que cobran. Y
además el aficionado venteño, no les permite que, su arrogancia cuestione la
plaza. Sin embargo, lo que todos esperamos de Madrid, es que vuelva a sus
cauces lógicos, y a poner el listón, allí donde debe estar.
En
todas las entrevistas efectuadas a toreros en prensa, o en otro medio de
comunicación, se alude a Madrid como punto culminante de su carrera taurina, y
más aún cuando tratan de abrirse camino en el zozobrante y duro camino de la
tauromaquia. Parece ser que, ir a Madrid es el sueño más deseado, que allí
rompa un toro, produciéndose la eclosión necesaria y un talón en blanco para
que el resto de las plazas abran sus puertas, sin siquiera tocar, la aldaba de
las mismas (puede ocurrir, tal como ocurrió no pocas veces) y catapultar a un
torero valido, de buenas hechuras y sabiduría relevante con pocas corridas de
toros transformado en figura “señera”. Pero también ocurre que Madrid exige la
revalida de lo aprendido en su carrera y el talón (también ocurrió muchas
veces) puede ser el de Aquiles.
Si nos remontamos en el tiempo,
incluso en el actual escalafón, veremos sinsabores y grandezas en la catedral
del toreo, desde arrancarse con rabia de un tirón la coleta, hasta salir a
hombros en olor de multitud y rendir Madrid a su arte, de estos gestos se han
vivido muchos en la plaza venteña. Pero continuando con la reflexión a la que
quiero llegar. Es que dicha plaza también alberga muchas dudas razonables para
los toreros y sus tutores, dudas que comienzan sopesando la ganadería a lidiar
y si esta ofrece ciertas garantías de éxito, el público o el abono asistente,
la responsabilidad de estar a la altura, no estar bien preparado, el tiempo
etcétera. Y saber ante todo, que te pueden olvidar para siempre, cosas simples
si quieren, pero que pasan por más de una frente antes de hacer el paseíllo,
sin embargo, el torero necesita a Madrid. Y si quiere más, debe desplegar
cuanto sabe, y triunfar, y luego seguir. O le pesara.-
Fermín González
comentarista onda cero radio –Salamanca-
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