PSICOLOGIA DEL AFICIONADO
AL HILO DE LAS TABLAS
PSICOLOGIA DEL AFICIONADO
Indudablemente estamos ante una crisis de
aficionados: Las nuevas generaciones no han aplicado su interés a la fiesta de
los toros juzgándola como una técnica y un arte, sino acudiendo a ella como un
espectáculo más. Predomina hoy en el toreo la plástica, la estética y el
quietismo etcétera, desdeñándose y menospreciándose valores, que siempre han
tenido capital importancia y trascendencia. Influyen en esto varios factores;
la casta y fuerza del toro, y la crisis de una crítica exigente, sin olvidar la
desaparición de los viejos aficionados, a estos no les han sustituido otros que
siguieran sus huellas, en cuanto al rigor y la exigencia de las inmutables
reglas que han regido y deben regir en el arte de torear y lidiar toros. Bien
están y bienvenidas sean las aportaciones que un torero genial imponga, pero
siempre que ellas no tergiversen esas reglas básicas, e inalterables, cuestión
esta que para desgracia de la fiesta no ha sido así.
Hay
que distinguir, cuando se habla genéricamente de afición, porque no toda es
igual. Muchos son, los que acuden a las plazas y asisten con frecuencia a los
espectáculos taurinos de feria, pero que sin interesarles gran cosa los
antecedentes taurinos de una ganadería, las razones de la evolución del toreo,
males de la tauromaquia, las escuelas, la misma historia de las figuras más
renombradas y de prestigio; poco conocen
del reglamento, y son vacilantes de criterios. Sin embargo, son los públicos que más gustan a los
toreros, y mucho más a las empresas, porque estos contribuyen a la buena
entrada, ocupando a mayores las localidades de más alto precio, son aquellos,
que en una corrida, no se andan con remilgos a la hora del aplauso y de agitar
su pañuelo en demanda de orejas y rabos. Acomodados en sus asientos, otean si
han venido sus amigos y conocidos, saludándoles con efusivo y exagerado
entusiasmo
En muchas ocasiones, los públicos suelen olvidarse que, los hombres vestidos de luces son seres humanos, y como tales tienen estados de animo, desvelos, alteraciones emocionales psíquicas, así como también desajustes orgánico corporales, que muy bien pueden afectar a que la tarde en curso, pueda producirse el triunfo, la ausencia, o el fracaso más rotundo.
Pero
esto a la masa, tales minucias les importa un pimiento -. Estos van un día a
los toros, y quieren romperse las manos aplaudiendo, loquitos por agitar sus
pañuelos, como demostración de que, se han divertido, y han pedido orejas y
todo, vengan o no a cuento.
Un
aficionado curtido, al contrario de
lo anterior, observa, ya desde el paseíllo, y cuando llegan las cuadrillas con
sus matadores al frente, averigua por sus semblantes, gestos y saludos, los
respectivos estados de ánimo, y las consiguientes posibilidades de lucimiento o
fracaso. Es conocedor, que dentro del traje de torear; hay un hombre, alguno de
los que forman el cartel puede parecerle aislado, sin ofrecer su rostro signo
de amabilidad alguna. Otro se le antoja preocupado por su responsabilidad,
debut en la plaza, o salida de un percance, y otro puede que se manifieste
alegre y risueño saludando a cuantos conocidos descubre en la barrera o el
tendido.
El
buen aficionado, ha efectuado tal observación psicológica y la retiene, aún a
riesgo de equivocarse. Esto le va a mantener expectante, atento, es una apuesta
en su interior, entre su sabiduría y el gozo de errar en su primitivo análisis.
Todo dura cinco minutos. Es ese prologo rápido, cuando los últimos compases del
pasodoble exprimen su zumo metálico, y un pañuelo blanco, con el ruedo vacío
desata los timbales y el clarín. Ahora en el centro de la diana, todos los
detalles cuentan.
Fermín González salamancartvaldia.es blog taurinerías
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