PLAZA DE MADRID
PLAZA
DE MADRID
Bien
puede decirse, que Madrid dirige el movimiento taurino de toda España, que
tiene ese notable privilegio y asimilación del que ha gozado siempre la villa
madrileña. Los toreros, para ser y sentirse toreros, necesitan estar vinculados
profesionalmente a Madrid. A el quieren llegar todos, para medir su gloria, sus
afanes, sus anhelos. Este rincón del Oso y el Madroño, es la meta y el impulso
de las grandes figuras; otros en cambio, buscaran en el ruedo de las Ventas la
gran oportunidad, que lleve a ser como el héroe de una gesta, que se funda en
individual entusiasmo y apasionamiento. Si por algo se ha caracterizado la
plaza de Madrid ha sido por tratar de mantener una concepción del espectáculo
taurino lo más cercana posible a lo que siempre se ha considerado las esencias
de la Fiesta. Gracias
a ello, aparte de conseguir un prestigio y una posición de primacía, ha
merecido el inmenso honor de ganarse la inquina, a veces el desprecio e incluso
algún que otro insulto de buena parte de todas esas gentes que viven del
invento, y que se conocen a si mismos como los “taurinos”.
Esta
plaza que reivindica el toreo de verdad, no es ahora precisamente homogénea,
pero en ella todavía se considera que el ruedo gira en torno al toro, y todavía
se oyen ovaciones en honor a su trapío, a su seriedad, cuajado, integro, en
definitiva el toro de la verdad por delante, y que apenas se ve en otras
plazas. Y cuando aparece el toro, al torero no le cabe otra opción que “estar
de verdad” con él si no quiere verse desbordado. Se exige que el torero respete
la tauromaquia en todos sus aspectos, al público y así mismo, que no decaiga su
sentido de la responsabilidad. Se exige valor, autenticidad, capacidad de
sacrificio, belleza generosidad y entrega. Todo un cúmulo de dificultades que
obligan al torero a sacar lo mejor de si, porque la historia taurina de esta
plaza se basa en el rigor y la exigencia sin que esta se desviara por
procedimientos del esteticismo decadente y sin sustancia. Todavía es importante
triunfar en Madrid, y, si el fracaso viene por eso tan fundamental como es él
toro, justo es que se le preste la atención que se merece. Cierto que Madrid ha
cambiado en su ambiente, y a la añeja presencia del aficionado cabal, se unen
en el tendido modernos espectadores al reclamo del acto social, clavel en la
solapa y merienda. Aún así Madrid seguirá siendo diferente al resto.”Veremos que sucede este Isidro”.
Fermín
González.- comentarista onda cero radio- Salamanca
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