NOVILLERO
NOVILLERO.-
Esta
herido el muchacho. Ha sido operado por el medico cirujano. El mozo quiere ser
torero, su juventud le empuja hacia la aventura, sus aspiraciones ciegan el
canal de sus sentidos para percibir peligros, daños y dolores; sus ilusiones
tiñen de color rosa sus pensamientos.
Aprendió
muy joven aún a no asustarse de nada, a no dar cobijo a pensamientos tristes, a
mirar sonriendo y cara a cara la vida, aunque la vida le mire a él hosca y
duramente a los ojos.
¡Este
mozo quiere ser torero! La carne desgarrada de la herida la zurció el
"galeno", pero él mira su traje destrozado, hecho jirones, inservible
pregonando los avatares y zozobras que ha de pasar antes de nacer a la fama.
Está seguro de su curación, de su temple, no sabe cuando le darán el alta; pero
ha de estar preparado y para ello necesita un traje nuevo.
¡No
es el gesto, tan solo del joven torero! Este es un gesto natural del torero de
casta. Ninguno de los toreros se duele de sus heridas, de sus insomnios, de los
zarpazos de la fiebre, todos cuando caen heridos, hacen el mismo y triste
comentario." Voy a estar sin
torear"... El más grave daño es ese: no poder torear. Les están
llevando a la enfermería y su pensamiento ya va dando tumbos, girando alrededor
de la amenaza siempre terrible para un torero de casta. ¿Cuanto tiempo ahora
sin poder torear?
La gran ansiedad de los años juveniles, se habían
cumplido. Había llegado la ocasión de estrenar un vestido de luces alquilado.Un
terno celeste y oro que costo dinero y esfuerzo adquirir. La banda de música
acompaño a las cuadrillas en improvisado batallón de trompetas, tambores y
platillos por las calles del pueblo.
Luego
en el patio de caballos, admiración por parte de los lugareños. Estirado y
pavoneando, por lo que corresponde a los chavales vestidos de rasos y oros
raidos, y regateados, manteniendo el tipo y el garbo, conteniendo el miedo… Con
la ansiedad de sus años juveniles, el torerillo hizo su paseíllo; iba de
cabecera de cartel, que para ello había actuado con discutible éxito en plazas
vecinas.
Al
final sudaba lo suyo. Daba la vuelta al ruedo, portando las dos orejas en sus
manos… Pero sudaba, estaba agotado; por otra parte, el publico se reía… Quería
estar contento y algo pasaba que no le dejaba sonreír, las piernas no le
sostenían, flojas se le doblaban… Estaba soñando…Una conmoción
regular, aquel toro lo había mandado a la enfermería, y el subconsciente en un
estrecho margen de tiempo le había jugado una mala pasada…. ¡Ya vuelve, no es
nada grave!, aunque se tendrá que vigilar el trauma durante las veinticuatro
horas siguientes, dijo el “Galeno”!.. ¿Ustedes han soñado alguna vez que debían
torear?... ¿Pasaron miedo? y, ¿alivio al abrir los ojos? ¡Vaya que sí!
Fermín
González comentarista onda cero- Salamanca.-
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