¡AQUELLA TARDE DE POZOBLANCO
¡AQUELLA TARDE DE
POZOBLANCO!= REPORTAJE
Nunca antes entre las cogidas – cornadas de los toreros, se
nos había ofrecido una con tanta minuciosidad, la agónicas secuencias, se dijo,
y así seria, que las obtuvo un corresponsal de Telesur, en aquella aciaga tarde
del 26 de septiembre, el otoño de 1984 fue cuando se pudo captar la imagen de Francisco Rivera Pérez desde la
enfermería de Pozoblanco, hasta las puertas del hospital Reina Sofía, de Córdoba,
a donde “Paquirri” llegó ya desangrado, con la frialdad de la muerte en la
cara. Se recordó el memorable verso de Alberti.
Mírame tu como vengo/
tan sin sangre, que ya tengo/ blanca mi color morena.
Parece ser, que el torero tenía todo planeado y decidido.
Aquella sería la última corrida de la temporada en España.” Esta noche, había
dicho el matador, cenare con mi cuadrilla, para despedir la temporada en una
venta de Córdoba. Y mañana con Isabel partiré para América. Despacho
el almuerzo sin prisa; en el mismo comedor había saludado al Yiyo,
compañero del cartel, también de infausto recuerdo. (¡Quien lo iba a decir!..
que un año después en otra plaza de pueblo Colmenar Viejo a las puertas de
Madrid caería herido de muerte). Luego se montó una pequeña partida en la
habitación hasta la hora de ir para la plaza a las cinco de la tarde-.
-¡Vamos señores, andando…!
Y salen Paco y
sus acompañantes para la plaza. Lleno total. El paseíllo en el primer toro le
corta una oreja, solicitada con cierta indiferencia, pues la faena no paso de
discreta, la tarde continua sin otra novedad, hasta que sale por toriles el
cuarto de la tarde, cuyo nombre recuerdan los aficionados “Avispado” negro marcado con el 9 de la ganadería de Sayalero y Bandrés,
(por cierto también este último, como formando parte del luctuoso cartel,
también muere en circunstancias no muy claras). Lancea mientras se sitúan los
picadores, y al segundo encuentro se cuela y le mete el pitón hasta la mazorca
en el muslo del torero gaditano, y, enganchado, lo lleva hasta las líneas
concéntricas donde deben coincidir la res y el caballo, Paquirri intenta en vano
desprenderse, cuando cae al suelo un caño desangre brota de la herida,
torniquete, traslado a la enfermería, donde se cuela más gente de la debida. El
torero parece tranquilo; los médicos tras explorar la herida deciden el
traslado a Córdoba, mientras tanto del ruedo llegan aplausos… y la oreja de
“Avispado”.
Pero el corresponsal de Telesur, se mete en la ambulancia y
sigue trabajando, tendrá ocasión de recoger las últimas palabras del torero,
cuando antes de entrar en la ciudad la radio da la noticia que millones de
españoles escucharan horrorizados. “Paquirri acaba de morir”. Media hora
después, por la pequeña pantalla se ofrece un impresionante reportaje, de la
agonía del espada de Zahara de los Atunes donde nació un 23 de marzo del 1948,
hoy contaría con 66 años de edad. Esto fue en síntesis rápida lo ocurrido,
luego ya saben, los comentarios, el ninguneo, la enfermería, el traslado, el médico,
la ambulancia, el esto y aquello. Todo un cumulo de “porqués”, como también lo
fueron para ese cartel donde tal
infortunio y las casualidades de la vida, han venido a grabar la leyenda de
Pozoblanco, hoy parecer ser, que van desapareciendo los agoreros, los fantasmas
y los mitos paranormales.
Han tenido que pasar treinta años, para volver a recordar
aquella aciaga tarde del pueblo cordobés, de Pozoblanco.
No quisiera entrar en
la antología de su historia torera, está ya fue reconocida en el momento de su
muerte, por todas las plumas significativas de todos los medios. Ahora tan solo
la nostalgia del recuerdo, y cuando uno va viendo pasar la vida con vertiginosa
velocidad, apela uno a los recuerdos más significativos, y aquello que se
discutía, en todos los foros taurinos. Hace una treintena de años que se
extinguió, el toreo poderoso de Francisco Rivera. Quizá fuera mejor así, al
menos, no has tenido que asistir a la deplorable función mediática, unida a la muerte prematura de Carmen, a ese
lamentable espectáculo mezclado en un laberinto de pasiones, odios y rencores.
Pero olvidemos la mediocridad repugnante, Hoy este humilde comentarista guardián del tiempo y la
historia está presente para recordar a un torero, a un Maestro. -Y juro que, este si lo fue.-
FerminGonzalez-
comentarista- salamancartvaldia
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