ESTIRPE GANADERA
AL HILO DE LAS TABLAS
ESTIRPE GANADERA
No; aunque lo parezca por el título de este artículo,
no voy a fatigarles, haciendo un alarde de hallazgos prehistóricos y
controversias de historiadores y analistas para situarnos, en lo que es la
ganadería brava y su explotación actual, así como los mecanismos de selección,
en el que se apoyaron los ganaderos más escrupulosos y tradicionales, hasta
llegar a sus herederos, o a los nuevos criadores de reses bravas, ricos de
nuevo cuño, pero sin arraigo y tradición.
Se han perdido
los tiempos, en que tener una ganadería de reses bravas, era una afición, un
lujo, un capricho caro, antes que un negocio vulgar. Los ganaderos de otras
épocas, no tan remotas, tenían el orgullo de los colores de sus divisas, el
buen juego de sus toros de bandera. Se producían selecciones, cruces, deshechos
etcétera, etcétera... todo ello encaminado al mejoramiento de la bravura, a la
producción de un toro de casta y sin defectos para ellos. No era el aspecto
económico lo que predominaba, esas cuestiones eran lo de menos. A los ganaderos
de los hierros más acreditados, el sostener su prestigio les costaba sus buenos
“duros”, incluso alguna fortuna. Pero ese prestigio, era su compensación y su
premio, muchos de ellos rivalizaban entre si, poniendo por bandera que, en su
finca se criaban los toros de más fortaleza y trapío, que los de su circulo
ganadero, con lo cual se establecía cierta competencia entre los mismos,
poniendo énfasis, trabajo y dinero en tener la divisa mejor acreditada de las
ferias.
Ahora es
otra cosa, se crían toros para el negocio, se piensa más en los números y en
los beneficios, antes que en el orgullo, en el nombre, en la categoría. El buen
nombre no existe, desde el momento en que muy pocos se fijan ya en ese nombre.
Es el debe y el haber el que manda. Sin
duda, es el signo de los tiempos que ha cambiado, y por lo tanto es muy
legitimo, que las ambiciones de los ganaderos sean en la mayoría de los casos
puramente económicas, y que la empresa pague bien, y además que esta ponga sus
toros en manos de toreros capaces de cortarles las orejas. Porque a día de
hoy es la formula para seguir vendiendo bien sus productos.
Los criadores de reses bravas, los más inteligentes
de nuestros ganaderos, conocen a la perfección los secretos de la materia prima
de que disponen. La tienen ya tan trabajada, que les permite ser un poco los
escultores de su propio ganado. Hace ya buena cantidad de años, uno de estos
ganaderos, de los más representativos, se ufanaba y con razón de haber lanzado
al mercado el “toro fácil”. Con tan sorprendente invención logro ponerse a la
cabeza de los ganaderos, que comenzaron a sentir la humanitaria preocupación de
que ellos no iban a contribuir al éxito de los diestros, y que tampoco iban a
satisfacer, estimular y divertir a los públicos. Por lo que estos últimos
tomaron el rumbo contagioso de tan jactancioso inventor.
Quiero
decir con esto, que hace ya mucho tiempo, la selección se ha orientado en el
sentido de buscar en el toro la nobleza y suavidad. Pero el criador se ha
pasado de punto y ahora es muy dificil, dar contramarcha y encontrar formulas,
tiempo, dinero para inyectar en las ganaderías, aquello que nunca debió perder
el toro de lidia, la bravura, la codicia, la furia salvaje, el nervio y el temperamento.
Lo argumentaron buenos aficionados, escribidores, acreditados ganaderos y no
pocos toreros de raza: El toro fácil, suave, pastueño esta a dos pasos de la
mansedumbre. ¿Y también habrá quien diga que la nobleza y suavidad son
incompatibles?... Evidentemente no; se trata únicamente de dos cosas que deben
estar dosificadas. La nobleza y suavidad
han de ser complemento de la bravura, pero nunca esta el complemento de
aquellas, podemos decir metafóricamente, que la bravura es el café y la nobleza
el azúcar; esta bien que restemos el amargor del puro café, pero no lo
trasformemos en un empalagoso jarabe.
El
aficionado, ha de entender que todo gira en torno al toro, desde que nace hasta
qué encuentra la muerte, la más brillante para el bello animal, esta entre el
aplauso de la multitud y el oro de la tarde a manos de un espada de tronio. Sin
embargo se requieren no pocos esfuerzos, no pocos disgustos y muchos sacrificios por parte del ganadero, aunque
este sea de ilustre linaje.-
Fermín
González- comentarista de Salamancartvaldia.es
blog taurinerías
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