LAS VENTAS MUCHO VIENTO Y DEMASIADO HULE
AL
HILO DE LAS TABLAS
EN
LAS VENTAS- ¡MUCHO VIENTO Y MUCHO HULE!
El
toro, es el único que puede convertir un hecho banal en dramático: la
iniciativa del hombre tiende a incrementar su intensidad, lo cual tiene su
explicación. Se expone cuando se torea, y aún más en momentos cruciales; tal y
como ocurrió con Paco Ureña en
Madrid, en este recién terminado San Isidro.
El torero tenia razones sobradas en
dicha feria, para no suplantar con temeridad, el valor consciente y el saber.
Más todavía; el torero tenía que decirle a Madrid y a su afición Venteña que,
es “alguien” en esto, que quería su confianza y su reconocimiento. Y esto
fueron argumentos sobrados, para que, ese riesgo tantas veces calculado en
muchas otras plazas, en ese momento puntual, el cálculo quedara al margen, para
adentrarse en el gesto, el rigor del combate, en la tensión, en regular a
voluntad el paso del tiempo y en definitiva emocionar. Paco Ureña, también Roca
Rey, Perera, Urdiales, Miranda, Ferrera
Y algunos más lo sabían, y sabían también,
que, con tal disposición no se les iba a escapar el triunfo, como tampoco se le
escapa al buen aficionado que se encuentra entre el público, aquel que no se deja burlar por otras
demostraciones que, no fueran expresar el arte, la gallardía y el dominio de sí
mismo. Los toreros, aunque para muchos pueda parecer lo contrario son listos,
saben que Madrid “duele”, es difícil, caprichoso, variable, exigente e
intransigente y distinto muchas tardes. Por eso el triunfo, que todos quieren –
para unas u otras razones – está allí -. Y es en esa entrega y disposición
donde puede aparecer la cornada
imprevisible; es el tributo, el pago al contado con sangre propia. La cornada
más o menos grave, es de nuevo el punto de partida de la verdadera carrera. Y
cuando se van recobrando las fuerzas y cicatrizan las carnes desgajadas, el
torero medita sobre las causas de la cornada. Y de nuevo en la plaza, él
publico comprobara cuanto le ha dolido anímicamente y, si el valor no se le fue
por el agujero de la herida. Román, G. Caballero,
Adame, Ritter, Leal, Escribano, Aguado y el buen subalterno “Pirri” han podido
comprobar este sentimiento.
Servidor, que ya está curtido, y por ende ha
visto sin fin de “Isidradas” ha podido comprobar en la que recién ha terminado,
que ha sido una feria, con mucha entrega, donde en cada cartel se jugaba una
base importante de la temporada, cuando no de la carrera, y en la que hemos
descubierto cosas importantes, y comprobado también el estado de algunas ganaderías,
en franca decadencia.
Y
si hacemos un breve balance hemos de decir que… Ha sido de “mucho hule”… Y
mucho viento.
Si
recapitulamos sobre la trilogía – parar, templar y mandar -... Por el temple,
se manda; por el mando, es posible no moverse. Si somos capaces de observar esto,
veremos cómo surge sencilla y
fluidamente el quehacer del torero, que realiza un toreo en perfecta
concordancia, con la característica esencial de tener delante a un toro bravo –
claro esta -. Luego eso – y nada más que eso, es lo único que se puede llamar
toreo, que se nos revela desde aquella época de oro.
Hay
unas normas toreras, que por el contrario – no son planchas de grabar el mismo
dibujo – sino brújulas orientadoras de muchos caminos, de muchas líneas –
unidas en la variedad – por donde el toreo debe discurrir. El toreo, es
sencillamente toreo, a secas. Ante el toro en edad, trapío y los otros
atributos del toro de lidia. Ellos los toros, son los que ponen y quitan
etiquetas. Y, esta sin ir más lejos, es la lección que podemos extraer del gesto de esos toreros, que se han
entregado, que ha primado la verdad del toreo, que han sabido asumir la
responsabilidad, libremente contraída, y hasta en algunos pasajes, se ha visto
entrar en competencia. El caso del torero de Lorca, ha sido un dechado de lo que otros tiempos se llamó
vergüenza torera. Sí… aquella que no se vende en “ferretería”. En la arena de
la plaza de las Ventas en Madrid, donde el diestro dio todo un curso de bien
torear, de entrega, de concentración, de verdad y donde muy pocos toreros, tan
solo los elegidos tiene en la historia de la Fiesta su propia tauromaquia, aunque la elegida
por él tenga sus limitaciones mínimas, como para pensar en acercarse a la utópica
perfección. No obstante el torero saco su amor propio no exento de arte, valor,
sabiduría, por ello no solo triunfo en
el coso madrileño sino que, su toreo se desbordo, pese a que los tiempos, no parecían
estar con él. Hubo en mi opinión otros toreros
que no se rindieron nunca, Román, Aguado, Leal, Robleño, Simon y algunos más
sin dolerse al desánimo, un ejemplo para todos aquellos que forman parte de
los escalafones y, jóvenes aún por
llegar, toreros que marcan el palpito de lo que siempre fue la vergüenza torera,
asumiendo el gesto, porque el valor de su obra, era más profundo que el resultado.
Termino una feria, donde los espadas demostraron una seguridad, una afición y
una ambición desmedidos, y a estas cualidades – recetas para cualquier torero
-, se unió la humildad y el respeto. Fue por tanto toda una lección magistral
de torería, el coso era un asombro, una vibración, una fiesta. Capote y muleta
para los bravos y exigentes toros, hubo
de todos, en los medios y desde la naturalidad, trayéndose al toro toreado,
para cargarle la suerte y torear donde es debido, ligar… Y al verlo, la cátedra
de Madrid se venía abajo. No era para
menos… Esto sucede de cuando en cuando…
Fermín
González Samancartvaldia.es (blog
taurinerías)
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