A LA SOMBRA DE LA GIRALDA
A
LA SOMBRA DE LA GIRALDA
Es
muy cierto, que muchos toreros no tienen suerte en los sorteos de los toros a
lidiar, a veces no se está en racha y, el hombre de confianza del diestro no
acierta a sacar la bolita de papel con el número del toro que propicie el
triunfo de su jefe. Pero es también muy cierto, que muchos toros también tienen
excesiva mala suerte en los sorteos; y, estos caen en manos de toreros que, o
bien no han querido, o no han podido hacerles la faena adecuada que el cornudo
requería, aunque este pusiera lo suyo de su parte. Cuando esto ocurre, hay
toreros que se encogen de hombros, para explicar que, “no pueden hacer nada”. Estos toreros, se vuelven enseguida hacia
el público para explicarles que el toro es incierto, se cae o es peligroso etcétera. Pero nada dicen, cuando matan de bajonazo
infame, y se ven con las orejas en la mano.
Aun
no se han apagado los ecos, de la feria sevillana, buena feria hay que decir,
pues hubo ganado de calidad, se descubrió la bravura en buena tanda de toros, que
descubrieron por otro lado a más de un torero, que se asienta cómodo en ese
carro de las figuras, y donde los presidentes “orejeros”, se dieron un empacho
de despojos abriendo puertas de esta Maestranza,
donde el rigor, la seriedad y el sentimiento siempre fueron baluarte de
sintonía y la buena medida en la concesión de trofeos.
Por encima de todo esto, estaba Morante de la Puebla, que, tras veinte años de acudir a esta cita, y cuando el día anterior se había arrancado la montera tirándola al callejón, en protesta, de que le habían negado una oreja, que precisamente era cuestión presidencial, pero que el público, no había insistido en su petición. Corrió tinta por ello, y al día siguiente, con un toro “íntimo amigo” del sevillano, para nada de vuelta al ruedo en mi opinión, se entretiene y le corta un rabo… ¡Un rabo en la Maestranza! Redoblaron campanas, y pasearon al torero por las calles, recordando una estampa ya perdida, era cosas de otros tiempos. Ahora salen en volandas de las plazas a hombros de un mocetón o dos – según cache- y desmontan a la salida, refugiándose en el furgón. Esta es una estampa que da grima, aquello de sacar a los toreros en volandas hacia el hotel en olor de multitud, y a hombros de los “capitalistas” como digo se ha borrado, muchos de los que ahora asisten al festejo dudan de que esto haya ocurrido.
En
el sentimiento de un aficionado cabal, lo del rabo a Morante, fue un exceso presidencial, que saco todo el tendedero de
pañuelos con un frenesí de entusiasmo pueril y desorbitado, las dos orejas ante
la perfecta estocada hubiera sido consecuente. Sí, pero con aquella
insistencia, sintió que el también pasaría a la historia. Luego he leído de
todo, las zalameras y almibaradas reseñas, junto a otras donde se abusa de la
cursilería vomitiva. En fin lo que si quedo claro, es que este suceso, si ha
provocado cuanto menos estimulo y motivación, y que los unos y los otros hayan
contribuido a que en todas las mesas, en lo cenáculos, en bares, colmados,
figones, autobuses metro y en el mercado,
se haya vuelto a recordar, que llevaron a un torero en hombros hasta el hotel,
junto a un nutrido grupo que gritaba enfervorizado su nombre…Y servidor, que
por edad lo vivió en no pocas ocasiones, se alegra y mucho de que se vuelvan a
recordar, cosas que muchos creen que no existieron, eso, como otras muchas
dentro del ruedo.
Fermín González.-
salamancartvaldia.es
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