GRANDEZA
AL
HILO DE LAS TABLAS
GRANDEZA
Una de las mayores grandezas del toreo: Es,
saber elegir el momento de su despedida de los públicos y plazas, en las que,
durante un tiempo pudo ser, o fue el héroe, que consiguió vencer al toro y
convencer al publico.
Es,
posiblemente uno de los momentos más emocionante en la historia del toreo, la despedida, y saber hacerlo en ese
punto crucial de la carrera de un torero, no es empresa fácil tomar tal
decisión. Tan solo el propio torero, debe encontrar ese punto de equilibrio
entre él publico y el toro, y cuando ha de atravesar por ese alambre milagroso
sobre los dos abismos.
El torero, se resiste a una retirada
total de los ruedos, al aplauso, a la emoción, a los trofeos, a colgar su terno
grana y oro para siempre, a decir adiós a lo que más quiso y amo en su vida,
aunque en no pocas ocasiones esa vida estuviese marcada con dolor, injusticia,
incomprensión, responsabilidad e incertidumbre. (Si volviera a nacer, seria otra vez torero)- se dice a sí mismo.
–Pero; no son pocos los toreros que, incluso, cuando no se les ha echado de
menos, y los públicos no lo han demandado, deciden volver. Y: ¡Cuando vuelven
de nuevo, ya no es lo mismo!.
Ser gente, en esto del toro, es una
extraña y añeja expresión taurina paradójica y reveladora. Porque nadie puede
ser de todos. Pero en el toreo, como bien saben los aficionados cabales,
siempre hay algún torero que es todos los toreros. Y, aunque este no haya sido
figura, (no es el caso del que hablo) o
ídolo de multitudes, se le considera paradigma de lo ideal, arquetipo que raras
veces se hace realidad. Son toreros,
que no tienen problemas de estilos, son toreros singulares, de íntimos
sentimientos, y su sello se imprime directa y plenamente en la gente, pues con
ser, les basta y les sobra para estar. En ellos se obra el misterio de ser
gente; tal y como ha ocurrido en el caso de
Enrique Ponce Martínez.
Relatar esto de un torero, pudiera no parecer extraño,
pero si lo es de Ponce, que tras una
carrera tan longeva como la suya, no han sido muchos los percances, aunque en
ellos si lo tuvo retirado algún tiempo. Ahora ha dicho –por el momento me voy del toro- también se ha ido del entorno
intimo familiar, cuando se pensaba que el mismo, y después de tantos años era
un matrimonio, sólido y en buena sintonía, parece ser que ya, no era tal. Tiene
todo el derecho a plantear su vida como le venga en gana; y a buen seguro tendrá el tiempo suficiente de reflexión con
aquellos que elija.
"Ponce-ficado" el escalafón:
y rebasado los treinta años de su alternativa, volverá en su día para
despedirse de sus plazas, y seguidores y
volvería a decir el porqué de semejante apelativo, que servidor -recurriendo a otras épocas de la
tauromaquia, a estos toreros se les bautizaba con el que, hay “Papa” en los
ruedos-. Por qué; la verdad taurina de los últimos años es que Ponce es la máxima figura del
escalafón. Por lo tanto hemos de considerar, su decisión de volver, porque
simplemente lo ha querido así, y tomara buena nota, de su momento y lugar. De
sobra es sabido, que él público de toros, cualquiera que sea su grado de
admiración que haya sentido por una figura consagrada, este mismo público, no
tendrá piedad en vapulearlo, si no demuestra con su actitud él porque de su
vuelta.
Los
negros nubarrones de cualquier tarde, pueden caer sobre el reaparecido entonces
los que antaño le aplaudieron con frenesí, comienzan a caer en
sentimentalismos, las decepciones sustituyen a las esperanzas y comienzan a
sonar silbidos, luego indiferencia, y, en el toro siguiente recriminaciones,
insultos, amenazas y gritos de la plebe injusta y cruel.
Vives un momento, horas, días,
meses, años quizá. Cuanto más te resistes a interrumpir tu acción con mayor
estruendo acabas. El aplauso es como el perfume de la flor; dura menos que la
flor misma. Las despedidas, si no son la apoteosis del adiós de un torero. ¿Qué
son?... (Guerrita fue un sabio, Guerrita no se despidió).
Fermín
González salamancartvaldia.es blog taurinerias
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