LA BOTA DE VINO
En los toros a la inversa de lo que
ocurre en el teatro y el cine, el público es el que habla y también de modo
contrario al fútbol, el público es el que actúa de árbitro y de juez, debiendo
dar sentencias rápidas, sin que las cifras inapelables de un "marcador"
condicionen la soberanía de su juicio.
Por estas características de la Fiesta , el voto de los
entendidos surge (o al menos antes surgía) en pequeños grupos (tres cuatro
cinco amigos), que exteriorizaban al mismo tiempo su opinión, siendo
iniciadores de los aplausos o de las protestas que luego, en libre referéndum,
rechaza o admite el tendido o la plaza entera.
Existen, (existían) las "células
taurinas" organismos muy inferiores en numero a tertulias y peñas
pero no menos operantes y gloriosos, ya que eran los francotiradores que tanto
en la plaza, bares, tabernas, colmados, figones, círculos y casinos, lanzaban
el virus de su afición, contagiando a todo bicho viviente.
Los miembros de estas "células"
saboreaban mejor que nadie la tarde de toros, profetizaban y contabilizaban la
corrida salpicándola con vino y buen humor. Y como eran amigos de verdad
estaban de acuerdo en todo, tanto en materia taurina, política y señoras.- El
hecho esta casi en desuso-. Sin embargo:
Hay un símbolo que siempre formo parte
del ambiente taurino; me atrevería a decir que, ha gozado de cierto
protagonismo dentro de las plazas de toros, desde el más sencillo tendido de
las portátiles, hasta la más rutilante de las engalanadas ferias de postín.
Pero me voy temiendo, a tenor de lo que se vislumbra por esas plazas, que este
– como digo- símbolo ancestral, también va desapareciendo, tal y como han ido
lamentablemente desapareciendo tantos detalles de la fiesta de los toros, tanto
dentro como fuera del ruedo.
Se trata de la bota de vino, a la cual quiero
rendir hoy un homenaje, “¿Por qué, quien de ustedes no ha tenido entre
sus manos una tarde de toros una bota de vino? ¿Quién no ha apretado su
pellejo, para que por su estrecho gollete mane ese chorrito mágico y fino, que
alegra las penas, que da salud y alegría – sobre todo si te manchas?”
Evidentemente me refiero a aficionados, que ya peinan canas, o ni peinan – como
mi caso-.
¡Cómo saben ustedes!, En esto de las
botas de vino, siempre hay un misterio, una especie de ritual amoroso. En
él pequeño odre de milenaria existencia,
tal como aseveran los más devotos boteros, se hace un vino muy bueno, aunque él
caldo que albergue en su entraña, no sea de crianza, la bota bien cuidada y
tratada dará un excepcional mosto, incluso los más eruditos en esta materia
saben como ha de curarse cuando el pellejo se estrena, puesto que la pez
alojada en el interior de la bota debe
estar bien dispuesta para hacer ese buen vino.
¡Me pregunto! ¿Cuantas botas vinateras habrá
en una plaza de toros?, y también cuantos vinos mezclaremos, cuando compañeros
de tendido te animan ofreciéndote una pinta; diciendo que esta hace un vino – “mú
bueno” -. Y, es que la bota de
cada cofrade que la lleva a la plaza, es la que mejor vino hace... Y, no puedes
negarte a ese trago de blancos, tintos, rosados, de cosecha unos, del montón
otros. Si la faena es buena la bota llega desde el tendido al albero, y beberá
el maestro, y también el peón. Y, si la tarde se pone aciaga, alguien te
ofrecerá esa pinta, diciéndote, (“tenga esperanza hombre, el próximo toro será
mejor)”. Y, aprietas el cuero, y dices no muy convencido, - vamos, allá compadre –. Y, ojalá tenga usted razón.
Fermín
González comentarista onda cero radio Salamanca
1 Comments:
Maravilloso artículo.
Nosotros nos dedicamos a la fabricación de botas de vino desde hace 4 generaciones (desde 1870 nada menos), hoy en día hemos tenido que adaptarnos a los tiempos modernos vendiendo por Internet http://laboteria.es (si me lo permite). Creemos que en nuestro caso no tendremos continuación, el tiempo lo dirá. Pero efectivamente, compartir una bota de vino une y crea momentos y amigos.
Un cordial saludo desde Burgos.
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