PASION POR EL VINO-II
ENTRE PUENTES
PASION POR EL VINO
(II)
No sé cómo me he
atrevo a hablar del vino, y de la pasión que suscita, sobre todo del arte y ritual antes de beberlo. Digo esto: porque teniendo una hija,
etnóloga, sumiller, y que da charlas y
conferencias a este respecto, me pueden pillar en algún renuncio, del que luego
no pueda escapar. Pero a pesar de ello, y como a servidor el tema siempre
le ha parecido muy interesante, y, ha intentado dentro de un orden tener
un criterio equilibrado de los caldos,
sin llegar evidentemente a un conocimiento profundo en esta materia. Pues eso…
Si “-como decíamos ayer-“ya estaba descorchada decentemente
la botella, y servido en la copa, hoy haremos el esfuerzo de llevarlo a la mesa
y, beberlo, con cierto gusto. El vino no
es como un ser humano, que dicen algunos cosecheros o entendidos del día. El
vino – entiendo yo-, es un ser divino. Esto es, inexplicable a la postre. Y lo
que está más allá de las ciencias exactas hay que darle cierto trato. Y listo.
Este “milagro” de los tiempos ha depositado una botella en
la línea de salida de su etapa final, es decir, en la mesa del comedor. La
leyenda del vino no tiene principio cierto, ni tendrá final, claro, ¿Por qué
iba a ser de otro modo? La Biblia dice que el vino se dio cita con el mundo
justo en los tiempos del diluvio, y que Noé,
borrachín él, lo bebió a lo tonto. Ya el romano Baco, por ignorancia sin duda, bebía sin ton ni son, contrariamente
a Dionisos, bello como un dios
griego, y ello, sin duda, porque sabía beber, o séase, porque era un bebedor
civilizado.
En esas estamos. Por un lado, los bebedores necios, que a
través de la historia les han dado la razón a las autoridades vigentes que
asimilan el alcoholismo al vino. Y luego los artistas y su arte. Una botella de
vino, para quien sabe algo o intenta alcanzar alguna cota de conocimiento, es
un hecho paralelo a otras aventuras y suspiros de la vida. Hoy como en otros tiempos, en el inicio de la
ceremonia del vino, una botella ha de responder a la temperatura que debe ser
la suya. Veamos: la botella de vino tinto de añada viejo ha de rondar los 17 grados; el vino con cuerpo fuerte, los
16 grados; los vinos tintos jóvenes y simples, hay que atreverse a beberlos con
11 grados; los rosados, como los blancos secos, de 7 a 9 grados; y si un vino
dulce llega a las cimas de la grandeza, rara cosa 5º 6 grados lo divinizan para
escoltar un foie-gras o para rondar
la noche después de una velada que entreabre las ventanas de otro espacio de
libertad somnolienta.
Lo de la temperatura ambiente se inventó antes que la
calefacción, cuando la familia en el comedor, bordeaba el tiriteo a 17 grados,
que es precisamente la temperatura justa del tinto de ¡olé!. Hoy, los adelantos
hacen sudar en casa. Pero la botella no ha de sudar. Y si hay que refrescarla,
sería una locura meterla en la nevera. Un paño mojado hace el avío sin lesionar
el vino. La botella hay transportarla delicadamente; jamás un movimiento
brusco. Y si el vino fuere grande es necesario el cestillo. Ya está la botella
en la mesa, y su contenido, en la alacena de la imaginación. A pesar del
refunfuñar de gastrónomos aún no reconvertidos, no es de meticulosa actualidad,
ni mucho menos, la exigencia estricta del vino blanco o tinto en función del
alimento a saborear. Un buen vino tinto no sólo se puede acomodar a cualquier
plato, sino que se puede beber solo. Es cosa de sabidurías o ese capricho de
sabios que es el culo de la verdad.
Ya las miradas se centran en la protagonista: la botella.
Pronto va a estallar el rito. Y desdiciendo a todos los que beben vino con
descuido hay que recordar que el ojo (los colores) representa el 10% de la
valoración del vino que va a despachar la
botella; el 50% de la cuenta es el olfato, y el 30% el paladar; el restante 10%
es gracia que regala el conjunto, la armonía.
Ya está todo a punto. Y, como siempre en la vida, ahora sólo
es una cuestión de libertad: que el vino diga lo que tenga que decir. El
bebedor civilizado, el artista quiere decirse, sabrá escuchar…
Descorchen con temple y mando una botella…
Brinden por ustedes, por los cálidos y sencillos momentos que le otorga la
vida… Descubran el vino…. El bueno claro… Salud…
Fermín
González- salamancartvaldia.
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