OSCURECIDA RIVALIDAD
OSCURECIDA RIVALIDAD
¡Ya no rivalizan los toreros de hoy!. Aunque parece que
proliferan los – mano a mano-, más que nada provocados por las penurias
económicas. Lo cierto es; que salvo alguna decorosa excepción, estos ya no son
una competencia, es simplemente una corrida entre dos diestros, sin –
rivalidad-, donde el reparto de la “bolsa” es el propósito empresarial más
regenerativo.
Apenas existe competidor, tampoco dirimen un mano- a -mano emocionante (se siguen aceptando
excepciones) y, apenas tampoco existen partidistas de toreros que discutan las
contiendas de uno y otro matador, no ya en la plaza, sino en la calle, en
bares, casinos hoteles y colmados etc. Hoy los toreros se aman, se veneran, se
piropean unos a otros sus cualidades y otras ostentosas banalidades, bajo
sospecha y coalición de no agresión en la arena.
Ya, no se distinguen los caracteres contrapuestos de los
rivales, hoy no se habla de retar, de mojara la oreja, de desafiar, ni tan
siquiera de cruzar la mirada gallarda y serena que diga “soy mejor que tu”.
Si repasamos la historia de aquellos competidores, como lo
fueron Rafael Molina alias “Lagartijo”,
con “Frascuelo” y más cercano Joselito y Belmonte, Arruza - Manolete Litri – Aparicio, y por cercanía y
paisanaje “Capea” y Robles,- por citar algunos-, estos tuvieron mas ardor y
empuje de lo que se ofrece hoy, con ese
ramillete de figuras de poca pujanza y por lo visto hasta ahora escaso
repertorio. Uno no puede por menos de evocar tiempos pasados, y apelar al
romanticismo, recordando a los toreros de personalidad y valor sereno incapaces
de consentir que nadie les venciera.
Eran las tardes ruidosas, llenas de ardor, donde a cada paso
satisfacían sus imperiosas necesidades y ansias de ser reconocido como un “Pedazo
Torero”, orgulloso al mismo tiempo de satisfacer y emocionar a los públicos. No
hace falta dejar de ser amigo, ni perturbar los serenos afectos de compañeros y
de hombres, pero pisando el anillo de la plaza, cada torero ha de rivalizar,
imponerse al otro, demostrar porque se es figura, o querer serlo, hacerse
aplaudir por su gallardía y destreza. Hoy desgraciadamente con esa falta de
rivalidad y apasionamiento, apena
s podemos definir el arte taurino y personal,
los rasgos diferentes están muy disminuidos, estamos ante la uniformidad, el
mismo patrón e igual descaste.
Las competencias en los toros han sido siempre el nervio de
la Fiesta. A ellas, se les deben los cambios más radicales, los avances más
considerables y los momentos más felices y gloriosos del toreo. Preguntad a
cualquier viejo aficionado. Buscad en la historia. Y, tanto la referencia
verbal como la escrita, os dirán que las mejores tardes de toros nacieron al
calor de una competencia; competencia
que ha llenado un periodo de la Fiesta, dejando en la historia un surco hondo y
profundo. La historia misma en sus albores, es una sucesión ininterrumpidas de
competencias...
Fermín
González- comentarista onda cero radio- Salamanca